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Opinión de Gumercindo Tun Ku
 
(27 de octubre de 2011)
Artículos de Gumercindo (2010-2011)

Gremios, festividades de mi pueblo (crónica)

 
Gremio de San Isidro Labrador; octubre de 2010
 

La primera hora de la última noche del mes de septiembre, se acompañaba por los tronidos de los voladores que chispeaban en la oscuridad de la noche. Me encontraba en la terraza al aire libre de la segunda planta de la casa, misma que da frente a la calle; mis oídos atentos, mis ojos buscaban, mis sentidos alertas, tenía yo que ubicar la dirección de tales sucesos. Fueron más de dos décadas que anduve fuera de mi querido pueblo, ansiaba volver a vivir estas hermosas noches de “gremios” o los “novenarios”. Después de haberme ubicado, tomé rumbo, quería ver de nueva cuenta todo, desde el “kalan ki”, o sea, el trajín o trabajos previos de los socios de la agrupación, o del gremio como le llamamos.

Las carpas ya estaban armadas, los pavos ya colgaban de las ramas de los árboles recién encalados, con la garganta cercenada, el cochino también amarrado a un tronco en espera de ser sacrificado. Las señoras mestizas, con sus hermosos hipiles bordados de rosas jaspeadas, iban de un lugar a otro; las sandalias o chancletas estaban en algún rincón del patio trasero de la casa; parece ser que es mejor andar descalzas; una que otra sentada en un pequeño banquillo de madera trenzando sus largas cabelleras, porque seguro que son las que van a echar las tortillas para la cena.

Un ruido conocido volvió a surcar el aire y su tronido seguía anunciando el lugar; este trabajo había comenzado apenas entrada la noche, la música desde lo alto del viejo árbol de ramón seguía con algunas viejas melodías de aquellos inolvidables grupos de Acapulco Tropical, los Aragón, los Kasino de Chucho Pinto; Don ch´el Turriza, con su viejo micrófono, invitaba a la población en general; las señoras seguían activas, ahí se veían atizando la lumbre del nixtamal, cada quien en su quehacer, tenían que tener listos los tamales de masa colada y el atole de maíz que se repartiría en la mañana siguiente, un titánico trabajo que duraría hasta la una o dos de la mañana.

La velada valió la pena.

Se recordó en breve aquella década, que en la historia pertenece a la revolución mexicana, cuando en ese entonces algunos hombres del campo en agradecimiento a Dios por sus cosechas decidieron hacer su acción de gracias con las festividades que hasta el día de hoy tenemos. Aquella primera reunión acordó formar lo que hoy llamamos gremios y que ellos nombraron ”gremio de agricultores, señoras y señoritas”, uno de los más antiguos.

 
Preparación de la comida; octubre de 2003
 

Eran las 5:00 de la mañana del 1º de octubre, el primer tronido del volador en el aire, los socios y algunos que otros madrugadores se habían dado a la cita en el atrio de la iglesia de San Luis Obispo, para la tradicional alborada o mañanitas que se le venía a dar al Señor de la Misericordia, con música de la charanga, parte inicial de la acción de gracias de esta festividad. Después, todos se trasladarían hasta la casa donde también, a las 6:00 de la mañana, con la bocina tipo trompeta -amarrada en la punta del árbol más alto- se tocaría también "las mañanitas".

Era un amanecer algo frío; señores, señoras y niños con sus suéteres estaban ahí, se repartían los tamales y el atolito calientito.

Es una tradición tan hermosa que se celebra desde hace más de un siglo aquí, en la ciudad de Calkiní; a esta festividad se le llamó novenarios, porque precisamente eran nueve noches de rosarios, ahora dura todo el mes de octubre. Aunque hay algunos de 10, 20 y 40 años de haberse integrado, el que da inicio tiene 94 años.

La plaza principal luce completamente diferente a los tiempos normales, es un laberinto de puestos de chucherías, fritangas y varios juegos mecánicos.

Son las 5:00 de la tarde, los diversos cortes multicolores del papel de china que adornan la calle en galante coquetería con el viento, hacían más que llamativo el momento; poco a poco, van llegando los vecinos, la gente que desea acompañar; para esto, la música tradicional con la charanga ya amenizaba.

 
La charanga, antes de la salida del Gremio; octubre de 2003
 

Niñas, señoritas y señoras, ataviadas con sus más hermosos ternos, van pasando a tomar los estandartes para después en la calle formarse, flores hermosas en las manos de aquellas que van al frente, después le siguen las niñas con sus pequeños estandartes, luego le siguen las grandes banderolas tricolores y después el contingente con los estandartes grandes de los más variados colores, en telas de satín y terciopelo, en manos las señoras, con las leyendas bordadas con hilo de color oro: ”Gremio de Agricultores, Señoras y Señoritas".

Adelante van los señores con cigarro en mano, van encendiendo los voladores.

En la parte de atrás van los músicos, una trompeta, un saxofón alto, un trombón y el de los tambores o timbales, instrumento netamente de elaboración tradicional, que ahora colocan sobre un triciclo, pero que hace unos veinte años como -y también recuerdo- no había tanto triciclo, era cargado por tres voluntarios.

Son las 5:30 de la tarde, el volador, la charanga toca una melodía solemne, comienza la marcha, la música la piel ha erizado; estoy seguro que no hay rostros que irradien mayor felicidad que los que se ven ahora, los latidos de sus corazones están al compás de los pasos y de las baquetas que golpean el cuero de los timbales de la charanga. Nos hay duda, hay magia, hay misticismo, la esencia de una devoción se manifiesta; los que van más atrás son familias, amas de casa empujando sus carriolas, jóvenes en sus bicicletas, tricleteros, en fin, un hermoso mosaico.

La gente se asoma por las ventanas de su casas, algunas tras las albarradas y otras han salido con anticipación con sus sillas sobre las aceras frente a su domicilio; los transeúntes se detienen a admirar, hay señores que con gran respeto sus sombreros se quitan; es algo maravilloso este desfile, el tráfico vehicular se detiene, los conductores y usuarios lejos de dar muestras de enojo, es todo lo contrario, comparten el entusiasmo del gremio.

 
Gremio de Agricultores, Señoras y Señoritas; 1 de octubre de 2011
 

Se han recorrido unas cinco cuadras, ya se acercan a la plaza; otro detalle de esta fiesta espera más adelante, es el globero, con la ayuda de unos jóvenes comienza a mostrarnos los productos de sus hábiles manos; los globos hechos con alambres y pliegos de papel china de unos 2 metros de alto, comienzan con extenderlo; mientras lo sujetan, el creador dispone de una bola de estopa que pone en el cruce de alambres en la boca del globo y lo enciende. El aire caliente lo comienza a elevar, ahí se va el primero, surcando el cielo; luego otros dos o tres más; dónde caerá, no se sabe, en algún lugar tendrá su fin.

El campanario que a la espera estaba, ha roto su silencio, las campanas repican, a los voladores y a la charanga se han unido, una hilada de bombas cimbra el suelo, la iglesia de San Luis Obispo sus puertas ha abierto. Son un poco más de las 6:00 de tarde; un ministro, en representación del sacerdote les da la bienvenida, los recibe como peregrinos, se da la bendición con el agua bendita, con música solemne pasan, avanzan hasta el altar, donde a un costado del magnífico retablo religioso acomodan los estandartes, luego un rosario antes de la misa de siete.

Las mentes y los corazones que se fundieron en uno solo durante todo el trayecto y el suspiro tan perfecto al entrar a la iglesia, daban muestra de un pacto renovado, un refrendo espiritual a su fe.

Los juegos mecánicos estaban en todo su apogeo; los estudiantes ya iban saliendo de sus escuelas, la gente no tan católica pues no fueron a misa, van llegando al parque; el reloj del palacio municipal acaba de marcar un cuarto para la ocho, van buscando dónde acomodarse para disfrutar de la primera noche del mes de octubre tradicional del pueblo, los niños inquietos preguntaban –mamá ¿a qué horas van a quemar los toritos?

 
Entrada del Gremio al Templo de San Luis Obispo; octubre de 2008
 

Se comienz a ver a la gente salir de la iglesia, la misa ha terminado, en 10 minutos comenzará lo que todos están esperando, los fuegos pirotécnicos; los músicos nuevamente presentes, se van acomodando, ya que ellos son los encargados de dar los anuncios para las quemas.

100 Voladores de luces y bombas salen a adornar la noche, las miradas siguen sus trayectos, ya que además de disfrutar el espectáculo habría que cuidarse porque puede caer una varilla candente y lastimar; una fuerte explosión sacude el aire, sobresalta a los distraídos, nuevamente las miradas hacia arriba, el mortero hace su función, el trabajo artesanal de la pólvora se manifiesta en el cielo, soltando sus más resplandecientes colores, ¡Oh! ¡Oh! Exclamación, alegría, emoción que hace de esta ocasión inolvidable.

Después de unos minutos de calma, se vuelve a escuchar el anuncio; la “chamacada” corre a esconderse detrás de los arbolitos de ornato, otros corren sin rumbo, es el torito que sobre los hombros del valiente está enjorquetado y va soltando sus luces, tiene una cola de decenas de niños y adolescentes pegados atrás, que le apuestan a sus habilidades para no quemarse; esta es la pirotecnia más gustada por la gente, no sabes en que momento sale un “chiflador” hasta donde uno está –mira a ese chamaco le cayó uno- decía una señora, ciertamente apresurado se sacudía, seguro del recuerdo que tendrá en su camisa: un agujero hecho por el torito.

El olor a pólvora invade todo el ambiente, los “barrapies” sólo pequeños sobresaltos ocasionan; gritos y risas de alegría, poco a poco se fueron apagando, todo terminó, el humo en ese momento nadie pensaba que era un contaminante, pues en ese instante había servido para distracción y regocijo de chicos y grandes, de hombres y mujeres. El parque retorna a su iluminación normal, se había disipado la bruma, la gente comienza a retirarse a sus casas, fueron casi 90 minutos de fuegos pirotécnicos.

 
El "torito"; octubre de 2005
 

La noche es preciosa.

Cuando uno se aleja de su pueblo, llega el momento en que las nostalgias consumen sus pensamientos, eso puedo entenderlo y si se da la oportunidad de regresar, es precisamente lo que se hace, volver a vivir sus fiestas y tradiciones.

Eran las 11:00 de la mañana del 2 de octubre, la misa terminó, ahora el retorno del gremio a su domicilio; con la misma solemnidad que entró a la iglesia, de esa misma manera sale; los voladores, las hiladas de bombas y la campanadas vuelven a escucharse, la música de la charanga también; al ir pasando por la calle van sumándose más personas, la cola es cada vez más larga, la alegría no termina, la emoción es cada vez más latente.

Un perro pinto, con la cola alzada entra en la multitud, algunos lo tratan de patear, lo corren y de pronto, el débil aullido, se le atravesó a un triciclo que lo golpeó en la cadera, algunas risas pero muy leves, pobre animalito ahí quedó atrás.

Faltaban unos 30 metros antes de llegar a la puerta de la casa; una señora con un incensario en la mano, con ese ritual los recibe y los conduce hasta adentro, el aroma del incienso, de las flores, de las velas, del sudor y del perfume de las damas hace del ambiente místico. Todos los demás pasan al patio trasero y algunos deciden quedarse en la calle. Comienza la repartidera de tacos de cochinita y de horchatas, no hay desesperación porque saben que para todos hay; es la costumbre, es la tradición, es la acción de gracias de la agrupación.

Ha sido todo lo que pudiéramos llamar religioso, ahora los que gusten se quedarán a una tardeada musical con el tecladista contratado; los que no, pues se irán a sus casas en espera de los demás días, pues dura todo el mes.

 
Regreso del Gremio a la capilla de La Concepción; octubre de 2011
 
 
 
Fuente: texto enviado por Gumercindo Tun Ku, 27/10/2011 // Fotos: Santiago Canto Sosa