Era
la estación de verano,
de ello me acuerdo mucho,
cuando de mis conocimientos ufano
con papel de china,
varillas de palma de coco,
un tubo de hilera
y de goma arábiga un poco,
el inquieto chiquillo que era
de manos torpes todavía,
se impuso la grata tarea
de construir un papagayo.
En la tarde veraniega
la brisa precursora de la lluvia
impulsó mi papagayo
y en el diáfano azul del cielo,
quebrando del sol los últimos rayos,
vi tremolar la cola
de mi hermoso papagayo.
En aquel emotivo momento
Simbólicamente mi niñez terminé
porque a través del tenso hilo
a mi amigo el papagayo
este mensaje envié:
'"Quiero que me cumplas un deseo,
persona grande quiero ser"
El
tiempo inexorable
mis deseos de niño cumplió
y treinta años después,
lejos de mi tierra,
con papel de calidad,
varillas de fina madera,
un carrete de hilo
y goma de primera,
con conocimientos de geometría
y diestras manos de adulto
otro papagayo construí.
|
|
Acompañado
de mi esposa y de mis hijos
fuimos a un terreno escampado
para presumir ante mi familia
la calidad de mi trabajo.
El viento del norte con fuerza sopló,
mi elegante papagayo traté de elevar
pero haciendo un violento giro
al suelo se fue a estrellar
y por más intentos que hice
jamás lo pude encumbrar.
Hoy
que a mi tierra he retornado,
hoy que el nostálgico éxito de
niño
mis ojos humedece
y el penoso fracaso de adulto
me hace sonrojar
me pregunto ¿Qué hice mal?
y la respuesta no se hace esperar:
Les fallé a mis hijos,
les arrebaté la grata tarea
para ellos reservada,
no propicié la oportunidad
para que de sus infantiles manos
surgieran sencillos papagayos
que en el diáfano azul de su cielo
pudieran con emoción encumbrar
y vieran, como hace sesenta años
en el cielo de mi tierra vi,
las largas colas de sus papagayos
tremolar en la brisa vespertina del verano,
quebrando del sol los últimos rayos.
|