El corazón de Ah' Canul - 23
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El príncipe Jack y el hada Amor (final)
Guadalupe Berzunza Fuentes
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— Si tú te vas me moriré de amor y de fastidio, ya no puedo vivir sin tu compañía, tu eres el bálsamo de mi soledad y musa de mis sueños concretados ¿No dijiste que me ayudarías? ¿Que estarías siempre conmigo cuando yo te necesitara? ¿No te has dado cuenta que vivo por ti?

— Si, me he dado cuenta, pero tú no te has querido ayudar, he tratado de enseñarte lo hermoso que es la naturaleza humana y que todo cambia día tras día sí se entrega uno sin titubeos al amor por la humanidad, de que la vida es maravillosa si nos mantenemos abiertos a recibir energías positivas y transmitirla a quienes lo necesiten y que los temores se guarden para siempre en el cofre del olvido. Esos milagros suceden cotidianamente, pero depende de ti y nadie más que de ti. Pero tú no me has querido escuchar, te has ensordecido, encerrado en la coraza de tu inseguridad, pensando siempre en lo peor, temiendo ser tragado por los males del mundo que siempre están merodeando la felicidad de todo ser humano.

— De acuerdo, lo acepto, ¿Cuándo te irás?

—Mañana por la tarde.

— ¿Vendrás a despedirte?

— Como siempre, vendré mañana temprano, no lo olvides.

Al otro día Amor acudió a despedirse, pero le esperaba una desagradable sorpresa, al acercarse a depositar un beso en la mejilla de Jack, éste la atrapó encerrándola en una pequeña caja de cristal.

— ¡No Jack! ¿Qué haces? ¡Déjame salir! ¡Por favor, déjame salir! ¡Comprende, mi trabajo es importante, el mundo solicita mi ayuda! ¡El mundo necesita de nosotras!

—Yo también te necesito Amor, no puedes abandonarme, ahora que me he acostumbrado a ti, ¿no lo entiendes?

— No seas egoísta Jack, sólo piensas en ti, sólo te pedía que comprendieras mi naturaleza, mi esencia y no lo hiciste, nada de lo que tú puedas darme equivaldría a la defensa del mundo a través del amor que damos los espíritus buenos.

Y Amor se quedó encerrada en su jaula de cristal. Así pasaron los días, ella rogándole a Jack la dejara salir y el empeñado en tenerla encerrada, le llevaba el rocío de la mañana para beber y néctar de flores para cenar que no aceptaba al principio, pero llegó el día en que la luz de Amor comenzó a parpadear y ella ya no quiso alimentarse más.

— Amor, ¿Por qué ya no comes? ¿Qué te pasa?

Ella con un susurro le contestó:

— Jack, por última vez, hazme caso y déjame salir, necesito mi libertad para poder vivir, te agradezco todo lo que me has demostrado, pero no es suficiente, los seres como yo tenemos que sentirnos libres, sin estar encerrados ni ligados a nadie, no tienes derecho a privarme de mi libertad sólo por amarme, yo también te he amado mucho, pero a mi manera y ya vez no te he pedido nada a cambio, el amor se ofrece sin condiciones no con exigencias. Ya llevo mucho tiempo aquí y se me está acabando, y tú no has querido entender mi situación, sólo estás aferrado a que no te deje. Ya te dije, mi amor siempre lo tendrás y cuando me necesites sólo tendrás que llamarme.

— ¿Quién me garantiza que volverás? Te marcharás lejos y al dejar de verte me moriré de amor. Es cierto que tengo mi castillo y todo lo que hay en él, pero nada se compara con tu cariño y tu presencia.

Amor ya no contestó, se quedó callada y quieta, amaba a Jack pero su naturaleza se lo impedía. Pensaba en todo lo que estarían haciendo sus hermanas hadas en favor de la humanidad y ella encerrada sin poder ayudar, sin poder llevar ese poco de cielo plena de maná que la gente insensible necesitaba para encontrar la felicidad.

Una noche, Jack despertó alborotado como presintiendo algún acontecimiento funesto. Rápidamente se incorporó de su lecho y corrió al lugar donde estaba la prisión de Amor, todo estaba en obscuras ni una pequeña luminiscencia de aquella criatura. Angustiado Jack abrió la cajita y tomó con cuidado entre sus manos el pequeño cuerpo inerte de Amor, comprobando que estaba muerta, la divina fosforescencia, se había apagado para siempre.

Jack gritó de dolor, se golpeó el pecho, se jaló los cabellos, pero fue inútil, su egoísmo había apagado el aura de Amor y al no tener luz de la vida, ella expiró. Tarde comprendió, Jack, lo que ella le había explicado, pero nunca se preocupó por analizar la situación y ahora todo había terminado.

Colocó el cuerpecito en la ventana, y al poco rato un gran sudario de luz se asomó que la cubrió completita y cuatro libélulas transparentes se la llevaron en un carro celestial hacia el espacio intergaláctico y otras cuatro luminiscencias encabezaron el cortejo alado; eran las hermanas de Amor que habían ido por ella. El destino de Amor, alcanzar la morada del Creador de la Energía Universal, el Dios Todopoderoso.

Jack se quedó en su gran castillo sintiéndose más solo que nunca, ya no volvería a sonreír y vivió encerrado voluntariamente en una torre de cristal con eternas luces fosforescentes como foquitos de navidad que no dejarían de iluminar las noches de aquel príncipe que murió en vida en la búsqueda de un amor frustrado hasta el fin de los siglos…

F I N