El corazón de Ah' Canul - 30
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La violencia social en Campeche
Estela Hernández Sandoval
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Los derechos fundamentales como el derecho a la vida y el de vivir en libertad en condiciones de seguridad, consagrados en la Constitución Mexicana se han visto, en los últimos meses, violentados en nuestro estado campechano lo que debiera ser motivo de reflexión para actuar en consecuencia y no suponer, ingenuamente. Que a nosotros o a nuestra familia nada le puede pasar y sentarnos a esperar que sea papá gobierno quien se dé a la tarea de remediar y resolver la situación que por varias razones les resulta inviable de hacerlo en solitario, por un lado y por otro olvidamos que siempre es más efectivo prevenir, además de que el trabajo en equipo puede aportar más y mejores estrategias. Definitivamente la tarea a desarrollar incumbe a todas las organizaciones y sectores públicos, civiles y privados.

Resulta alarmante que en nuestro medio en el momento de los hechos violentos o delictivos, o en momentos muy cercanos y subsiguientes a los mismos se comente con sobresalto y, o temor lo acontecido para luego no volverse a ocupar del evento si no es como simple charla o comentario, y al surgir otro hecho similar, en cuanto la gente se entera, podemos ver grandes concentraciones en el terreno de los hechos, tratando de indagar sobre ellos, y esclarecerlos desde su propia óptica. Los medios de comunicación también hacen gran alharaca, momentánea, de los acontecimientos para poco después olvidarse del asunto, tratando, me parece, la tónica de que seguimos siendo un Estado tranquilo, donde no tiene lugar la violencia o la inseguridad y prevalece la armoniosa convivencia de antaño, contribuyendo con su silencio a esa tendencia de apariencias en pro de intereses que no benefician a la mayoría.

Bajo este estado de cosas es necesario salir del ostracismo en que nos hemos cómodamente instalado y adentrarnos en nuestro diario acontecer. Tomar cartas en el asunto, juntos, pueblo y gobierno para trabajar integralmente en acciones que prevengan el delito combatiendo las causas que lo originan o, en lo posible, canalizar esa necesidad de muchas personas de sentir la adrenalina producida al sentir y vivir el riesgo.

Si desde la familia se forma en valores que promuevan en los niños el convertirse en personas honestas y productivas, con deseos de superación personal, basada en estilos de vida saludable, en la asertividad, el riesgo de que niños y jóvenes sean atraídos por grupos delictivos o cometan ellos, individualmente hechos violentos.

Por otro lado, la escuela, sobre todo la de educación básica debe garantizar el aprender a convivir entre quienes asisten a ella. La escuela se ha visto reducida a un lugar para aprender cosas, cuando debe ser un lugar para vivir, relacionarse, cooperar. Un lugar de amistad y de encuentro. Al convertirse la escuela en un sitio teórico, abstracto y desconectado de la realidad hemos ayudado a aumentar la deserción, el rezago y con ello contribuimos a que los grupos de delictivos puedan atraer a las personas, niños o jóvenes, porque estaremos de acuerdo en que cada vez ingresan a sus filas más gente con pocos años.

 
 

La identidad del ser humano se forma por acciones y no por discursos, de ahí la importancia de las dos instituciones mencionadas, pero sobre todo, la familiar. Es necesario el establecimiento de talleres para padres, con tópicos apegados a sus necesidades e intereses para luego no acusarlos de que no acuden a ellos; impartidos no con recetarios, sino con verdaderos talleres estructurados.

Lo mismo va con los profesores, es necesario brindarles oportunidades de actualización y superación para que atiendan y mejor aún, capaciten a sus alumnos a través de la formación y educación en valores, actitudes y normas. Promover en los mismos alumnos el aprender a anticiparse a los problemas y a enfrentar los riesgos del medio social donde se desenvuelven y a tomar decisiones basadas en el discernimiento entre lo bueno y lo malo, es otra de las delicadas tareas del docente.

Un aliado para el logro de lo mencionado resultaría revitalizar los Consejos Técnicos Escolares.

Al gobierno, en todas sus esferas, le corresponde también, realizar acciones tendientes a atacar la desigualdad y los factores de descomposición social, por ejemplo, bajando programas federales y aplicándolos no con fines políticos o electoreros sino con base a verdaderas necesidades sociales; abriendo las puertas a la inversión privada; ofreciendo espacios de superación, recreación y canalización del tiempo libre, especialmente entre los jóvenes.

Es tiempo de que tomemos conciencia y comprendamos que “la cooperación activa del vivir juntos no puede provenir del dictado de unos pocos, o del monopolio de la razón. Es un asunto de muchos”, tal y como lo expresa Denise Dresser.