El Corazón de Ah' Canul - 59
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E D I T O R I A L
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La historia de los pueblos es la memoria sin par de sus alegrías y desventuras que en manos del tiempo son torneadas con la cuchilla acerada de la esperanza y templadas con el alma local, confiriéndoles una identidad particular, en contraste con otras latitudes que también tienen lo suyo. Pueblos con espíritus diferentes, pero con actitudes similares para avanzar o detenerse en la fosa de la medianía.

Calkiní, Atenas del Camino Real, tiene también su historia, rebosante de una riqueza cultural inagotable en lo manifiesto y lo impalpable. En el transcurso de su peregrinar existencial, no más de cien años atrás, ha experimentado una sucesión de eventos que la han beneficiado como la llegada del tren de vapor que produjo alternativas de trabajo y acrecentando, además, la economía regional con ese intercambio comercial de dos pujantes estados vecinos, Campeche y Yucatán.

Con el rejuego de la memoria, se recuerdan también con honda admiración la llegada a Calkiní del teléfono de Graham Bell, la apertura del primer banco comercial, la primera planta de luz en 1922 y el embeleso innovador de la televisión; artefactos y negocios que impactaron notablemente el juicio popular, y ni qué decir de los oficios tradicionales que nos trasladan en lomos del romanticismo del pasado como la sombrerería en manos de hombres visionarios que aprovecharon el momento histórico mundial para exportar sus productos, la jeringoza charlatana de los  carretilleros en ruedas metálicas revestidas de hule para no lesionar el asfalto, y la chiclería mundana que le dio fuerza a la economía poblacional. Sucesos que deben ser reconocidos por su alcance social y económico.

Esa diversidad histórica que no ha dejado de agitarse en la mente inquieta y fervorosa de muchos calkinienses -que aún inhalan el aire de su tierra- ha dado pie para compartir, con frenesí, esos cambios inmemorables a esa vena generacional que desconoce los vaivenes del pasado que marcaron con tinta china el corazón de la tierra Ah Canul. Una historia propia que nos remite al tiempo de los abuelos del siglo pasado en el sendero de sus transformaciones, aunque lentamente, gracias al esfuerzo de su gente que entendió que -para salir del marasmo económico que encajona a los pueblos sin decisión- se necesitaba voluntad y carácter para avanzar con la bayoneta calada en posición de combate en el camino del progreso.  Mudanzas que repercutieron positivamente a Calkiní en su mismo desarrollo educativo, cultural, material y social.

Una tierra originaria en donde no faltaron mentes iluminadas y generosas que intuyeron el valor que conlleva la educación para alcanzar el desarrollo de los pueblos y mediaron ante las autoridades correspondientes de esa época para la creación de escuelas de diversos niveles y para dar el ejemplo principiaron a laborar sin gratificaciones, si acaso simbólicas. Se dieron a la tarea de educar sólo por amor a la tierra, aunque algunos eran de afuera, pero se convirtieron en calkinienses, y aportaron de buen modo su granito de arena peninsular.

Un solar nativo que en los albores del arte cultivaron la poesía, la narrativa, el teatro empírico, la música, y el deporte llanero, pero de calidad insuperable en músculos de la Aurora, el Narciso Negro y los Cafés; actividades que le dieron esplendor a esta tierra solariega que tanto se ama. Mujeres y hombres ilustres que destacaron en el largo caminar de su labor filantrópica fueron eternizados en nombres de calles, escuelas y otros centros culturales.

Mas uno de esos hechos históricos que no debe pasar inadvertido en la conciencia popular son esos cien años en que Calkiní fue erigida como ciudad, el 30 de noviembre de 2018. Ante tal acontecimiento, la Asociación U’ puuk’ sik’al Ah Canul se place en dedicar esta revista a ese momento inolvidable, logrado por el notable maestro y militar Carlos Berzunza Ramón cuando fungía como presidente; revista cuyo contenido trata sobre una temática relacionada con episodios importantes de la población; una ciudad convertida en el transcurrir del tiempo en la depositaria y símbolo regional de cultura, animosidad y desarrollo.

Sean bienvenidos a la lectura de esta revista de las perdurables evocaciones calkinienses.