Narrativa

Despedida / Dulce Heredia Lira

 

Desperté sobresaltada por un sueño, bueno no sueño, más bien pesadilla, no lo sé. El vino a despedirse, me dijo: Cuida de las niñas; por mí no te preocupes más, algún día nos volveremos a encontrar. Noté su semblante cambiado; no tenía ese rictus mezcla de amargura y dolor, ese rictus que en muchas ocasiones se interponía entre los dos.

Su rostro ya no cargaba con las cicatrices, recuerdo de malos días; ninguna mancha lo ensuciaba, estaba como cuando lo conocí hace 30 años. Vestía ropa limpia y sin remendar y una luz lo envolvía, luz que no lastimaba. Le pregunté ¿a dónde vas?, no contestó, una vez más no contestaba a mis preguntas, sólo que esta vez la respuesta fue no una andanada de insultos, sino una sonrisa y dijo: Siempre te he amado, que extraño fue escuchar eso de sus labios, hace tanto tiempo que no lo decía, algo le pasaba, no era él, al menos no como lo recordaba los último años. En eso desperté, estaba sola en el cuarto, y la oscuridad reinaba aún. Me quedé un rato acostada pensando en él, en nuestra vida juntos y en todas las veces que prometió cambiar sin lograrlo. Cada vez que fracasaba, el amor que sentía por él se iba escondiendo muy dentro de mí, pero no despareció, yo sabía dónde estaba, sólo que no podía hacerlo salir.

En ese momento, tomé la decisión: iría a hablar con él y si estaba dispuesto, ahí me tenía para apoyarlo como cuando comenzamos. Me vestí, y sin avisar salí de prisa; al llegar, vi en la puesta a dos conocidos que platicaban alegremente. Vaya, pensé: no la debe estar pasando tan mal. Les pregunté por él y me dijeron: Hace rato que está durmiendo. Dudé en entrar y pensé en lo tonta que había sido al dejarme influenciar por un sueño; pero recordé su rostro y entré, lo vi acostado sonriendo. Ahí estaban las cicatrices, las manchas, la ropa sucia, pero su semblante era como lo recordaba, y lo llamé una, dos, tres, cuatro veces y no me contestó. ¿Por qué no me contesta? Si estoy aquí de regreso, para quedarme. Lo toqué y su cuerpo ya no me transmitió calor; se había ido, no me esperó, pero se había despedido.

 

Fuente: Poema enviado por su autora; agosto de 2006.