Autoridades Civiles, Militares, Educativas
Distinguidas
personalidades y representantes de Instituciones que han sido
distinguidas con la presea “Justo Sierra
Méndez”
Compañeros maestros egresados de la Normal Rural “Justo
Sierra Méndez”
Respetable concurrencia:
Fue
hace ya muchos ayeres, específicamente en 1968, cuando
un grupo de jóvenes entusiastas egresamos de la Escuela
Normal Rural de Hecelchakán. Año que –por
otras razones- constituye un parteaguas histórico
de México: las Olimpíadas y la trágica matanza
de Tlatelolco durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz,
quien además clausuró casi la mitad de las normales
rurales. Este es, sin embargo, en la memoria, un pretérito
que muchos sentimos cercano aún por los recuerdos inolvidables
de una vida en internado. En ese entonces, y por una deferencia
de mis compañeros normalistas de la Generación
1962-1968, me correspondió participar en la ceremonia
de despedida de la escuela y lo hice con un poema que un amigo
de ese mismo grupo, Horacio Echánove, declamó.
Sus versos iniciales dicen:
Madre
mía, permite
que hincando la rodilla en tierra tuya,
una lágrima triste, un sollozo,
una oración y un beso
en tu sapiente mano deposite.
Para cantarte quise
hacer un himno bello y luminoso,
orlarte con guirnaldas de la gloria,
y en beso misterioso,
soltar una bandada de palomas
que en ósculos de luz, bañen tus ojos …
Y en verdad la Escuela Normal fue nuestra Alma Máter:
madre comprensiva, generosa, madre espiritual que reconforta
y ayuda. Ingresar a los 12 años, dejar por primera vez
la familia, fuera un trauma si no hubiésemos encontrado
los que allí ingresamos, los consejos y la guía
de maestras y maestros, la fraternidad de la familia normalista.
El carácter de los que transitamos por la Normal Rural “Justo
Sierra Méndez” se moldeó en el trabajo y
la solidaridad: la identificación con los desposeídos
y la fe en construir en las aulas a través de la luz de
la enseñanza, un México más justo, afanes
del ideario de la Revolución Mexicana y los sueños
socialistas del cardenismo. En nuestro ser quedó indeleble
el mensaje de su himno:
Normalistas,
trabajar es la misión
Que
redime, que salva y ennoblece;
Con
la labor el entusiasmo crece
De salvar
a la patria y la nación ...
Normal
Rural, madre querida,
En
ti se forjan almas fuertes,
Las enseñanzas
que tú viertes
Serán
la guía de mi vida.
Sabré batir a la
ignorancia
Cual luchador de infatigables
manos;
Y del trabajo, la constancia:
Redimir a los indios mis hermanos
Fue
el 13 de abril de 1930 cuando abre sus puertas la Normal Rural,
entonces Escuela Regional Campesina, y su primer director es
el emérito maestro don Juan Pacheco Torres. Funcionó en
aquellos lejanos años en la Escuela Primaria “Juan
Francisco Molina Esquivel” y luego en el ex-convento franciscano
de la población. Fue hasta 1939 cuando la Escuela Normal
Rural se traslada al espacio que ocupa actualmente. Tiempos de
lucha, de entusiasmo. Por fin los hijos del campesinado tenían
acceso a la educación y una oportunidad única
en sus manos: influir en la formación del rumbo de México
a través la enseñanza en las aulas ya que los egresados
irían a todos los confines de la Patria a difundir el
ideario de la Revolución Mexicana.
El
libro “Historia de la Benemérita Escuela Normal
Rural “Justo Sierra Méndez” de Hecelchakán,
Campeche” de los maestros Fidelio Quintal Marín,
Adolfo González Salazar y Mario Pacheco Hidalgo contiene
el rostro y espíritu de nuestra querida Escuela Normal.
En uno de sus textos asienta:
“Había 2 piezas del ex convento totalmente en ruinas,
sin techos ni pisos, con las paredes deterioradas, que daban
a la plaza principal. Atrás había otras en iguales
condiciones. El director Pacheco Torres se trazó la idea
de restaurar primero las delanteras pero agregando al frente
un teatro al aire libre. No obstante que el presupuesto que autorizó la
SEP era sumamente modesto y reducido, lo bajó más,
de tal manera que no había dinero para adquirir materiales.
Pero el profesor Pacheco Torres supo inculcar una mística
para el trabajo que sirvió de fuerza impulsora …
Esto
nos habla de la titánica labor por consolidar, no
un edificio, sino un ideal: el acceso de los más pobres
a los beneficios de la educación. No imagino qué hubiese
sido de muchos de nosotros, hijos de campesinos, hijos de obreros,
sin la presencia de la Escuela Normal Rural. ¿Cuál
era la rutina de todos los días? Levantarse a las 5: 30
de la mañana a los acordes de la Banda de Guerra que recorría
pasillos y nos despertaba con los épicos ritmos de los
tambores y cornetas para ir a rendir honores al lábaro
patrio, iniciar las primeras clases, luego el desayuno, después
otras sesiones en las aulas, el contacto con la tierra en las
labores agrícolas, los talleres de carpintería
y herrería, la visita vespertina a la biblioteca y, entre
una y otra actividad, las charlas, las bromas a veces pesadas,
la fraternidad de quienes se hermanaron en el más noble
de los aprendizajes: prepararse para enseñar el alfabeto
a los niños del campo. Tal vez la presencia de la Escuela
Normal late en nuestros corazones, acaso la grandeza de
sus patios y la arquería de sus pasillos brillará por
siempre en nuestra mirada; su historia es nuestra historia personal;
sus valores, los nuestros; su voz, la que nos hace decir:
Ser
maestro
Es
tener un jardín de diminutas flores
Y
ser el jardinero.
Es
palpar el alma de los pequeños pétalos
Con
ternura de cristalina gota.
Pero
ser maestro
Es
tener también la firmeza de los robles
Cuando
sea necesario
Y
si el duro sol quema los pétalos
Y
el viento los desprende,
Hacer
que retoñen los botones
Con
el agua del ejemplo …
En
el 2005 nuestra Escuela Normal Rural celebró los 75
años de su fundación. Esto habla de su permanencia
en el ámbito educativo, de su importancia social en Campeche
y el sureste de México. Por esos avatares del destino,
por esas causalidades de la vida –que no casualidades-
la Escuela Normal Rural lleva el nombre del “Maestro de
América” y se nutre de las ideas de este preclaro
campechano, hace suyos sus aportes en beneficio de la educación
y, de esta forma, honra la memoria de don Justo Sierra Méndez.
La
loable decisión del Comité Cívico encargado
de otorgar este premio que cada año honra a personas
e instituciones, y hacerlo a favor de una que se ha visto avasallada
por diversos intereses, que obedecen a la intención derechista
de eliminar del mapa de México uno de los más importantes
logros de la Revolución Mexicana -las Escuelas Normales
Rurales- deberá de servir como estímulo a
quienes somos depositarios de su legado para redoblar nuestra
voluntad de defender con pasión en todas las trincheras
del país y en un marco de modernidad, la existencia de
estas escuelas que tanto han hecho por la sociedad mexicana.
Infinidad
de generaciones –más de cinco mil maestros-
han salido de sus aulas y muchos de sus egresados destacan en
la política, la educación, la cultura y el deporte.
Por ello, el haber conferido la presea “Justo Sierra
Méndez” a nuestra Escuela Normal constituye el reconocimiento
del Gobierno del Estado al largo camino recorrido por esta institución
forjadora de formadores, un justo reconocimiento a los educadores
que en el territorio de la inteligencia y la cultura infundieron
la mística revolucionaria de la escuela rural y, por qué no,
un merecido reconocimiento a todos aquellos que egresaron de
sus aulas y que de una u otra manera han influido en la marcha
del país.
Muchas Gracias
Profr.
Ramón Iván Suárez
Caamal
Campeche,
Cam; enero 26 de 2006.
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