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Prólogo de "Mi camino" (libro de Alonso Reyes Cuevas)/ Brígido Redondo

 
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Me he encontrado, de pronto, ante un documento que no es sólo una acumulación de palabras, sino una prolongación de vida: Mi camino, es ya en su título un viaje donde los extremos dejan de ser parte de una voluntad manifestada sino que, el camino está ante nuestros ojos, como una delgada línea que no sabe dónde inicia y tampoco dónde va a concluir.

Sabemos que cada hombre está diariamente en tránsito y que los parecidos que se encuentran entre la cuna y la tumba forman interrogantes relacionados con lo que hemos llamado vida. Se sabe, indudablemente, a que el momento y el lugar donde nacemos y donde morimos no nos pertenecen cabalmente, pertenecen al destino y, aunque decimos que podemos planear cada uno de ellos, son otros los que intervienen, ajenos a nuestra voluntad para determinarlos.

Un eterno viajero vive en el hombre, siempre lleno de nostalgia por el Edén perdido y siempre un trashumante que, sin mirar cabalmente lo que posee, encuentra más apetecible aquello que pertenece a otro; de ahí que, siempre estemos en búsqueda de algo que nos falta, aunque la vida nos tenga colmados plenamente.

Tal vez esta obra no tenga la intención de contar toda una vida, porque el camino, en el decir de Machado, se va haciendo al andar y estas páginas cuentan sólo aquellas partes seleccionadas que dan explicación del camino recorrido en determinada dirección. Nadie puede contar su vida a plenitud y en su totalidad, siempre faltarían todas aquellas cosas que se nos quedaron en la niñez desaparecida o las que no fueron seleccionadas por el inconsciente y reservadas para la evocación futura.

Narrar la vida con fidelidad, requiere de despojarnos de todo aquello que nos compete pero que corresponde a la vida de los otros, de aquellos que rozaron nuestro existir y nos ofrecieron su particular modelo para continuar la brega. De esos otros que convivieron nuestra experiencia y entran en lleno al campo del hacer y del decir que es el mismo que narramos cotidianamente.

Cuando han pasado años, se nos descompone el existir inmediato y cobra primer plano lo que está más lejano o lo que nos ha sellado de tal manera que, dejaríamos de existir sin la vida dinámica de los demás; por esto mismo es necesario un examen, una introspección rigurosa que nos permita ir hacia nuestro trasfondo inconsciente para rescatar lo que involuntariamente ha sido conservado y lo que intencionalmente colocamos ahí para su uso futuro.

Por otra parte siempre nos quedará, mientras estemos vivos, un rescoldo de intimidad que no estamos dispuestos a contar, algo que celosamente se quedó en el secreto y que vuelve, a causa del ello, que nos recrimina, pero que chocaría con las concepciones de moralidad que nos rodean si los hiciéramos públicos.

Mi camino es un discurrir hacia el pasado de alguien que, como gambusino, busca gemas, pasajes loables, ejemplificadores, el gracejo de anécdotas creíbles y graciosas que salpican de amenidad el discurrir de estas páginas.

Pero no hay que olvidar que su autor ocupa al mismo tiempo el sitio del ente narrado y que ambos son uno y configuran un reducto vital que tiene como protagonista a un maestro, por esto mismo el maestro trata de sincerarse con sus propios actos que se le manifiestan desde el sustrato de la conciencia humana.

Tal vez sólo nos encontramos ante unas memorias, porque ellas se presentan como fragmentos de una vida, determinados esquemas que son solaz del autor, bocetos arrancados a la realidad pasada y traídas a un nuevo presente que forma parte de una narración que debe ser literaria.

Alonso Reyes Cuevas, su autor, nos ofrece una selecta dosis de pinceladas, lúcidamente dispuestas para ser leídas, con estos episodios encadenados cronológicamente se nos entregan escenas y personajes aglutinados al entorno mediato e inmediato del que cuenta y lo hace a través de pensamientos o sentimientos que dejaron su huella luminosa en el camino que le tocó construir día a día con el implacable dictamen de un destino que, a veces, se nos opone y otras tantas nos facilita los fracasos. Bien se dice que el hombre aprende más de sus derrotas que de sus victorias.

Alonso Reyes Cuevas quiere decirnos algo, la estructura de su particular existir y, desde luego algo valioso, porque en él se manifiesta una experiencia avasalladora que proviene de dos vertientes, una por la multitud de inteligencias que conformaron su existir y la otra por la aprehensión del mundo y su aventura; de los valores que ha sostenido contra viento y marea, de otros que han cambiado y de muchos que han desaparecido para dar paso a nuevas sociedades.

Hay aquí, una fuerte dosis de afecto, de homenaje sincero a los entes citados con devoción y, en muchos casos, con admiración y altruismo. Puede leer en muchas líneas a la comunidad entera porque los personajes se mueven con atmósferas persistentes que dan el telón de fondo a la vida que se agita en el que narra y padece. La población queda en el fondo y cobra sentido de acuerdo a las intenciones del que narra, cerrando el orbe de su acción desde lo extraordinario a lo casual, desde el vitalismo de la acción hasta el enmarque de los sueños.

Muy respetable es la tarea por el significativo relieve de la vida que se cuenta con fe y amor, con justicia y libertad que son los verdaderos pilares de toda existencia.

 
Fuente: Prólogo del libro Mi camino. Alonso Reyes Cuevas. Instituto Superior de Calkiní, Campeche, 2007. 240 p.