Se
mueve tan rápido,
con la gracia del Pontó,
con su piel negra
y una capa de colores,
abrazando el camino entre sus patas,
pintando cuadros abstractos a su paso.
Incorpora el cuello,
y observa el mundo.
Se
mueve ágilmente
y suelta un orgasmo de luz
entre las cortinas del tiempo,
queriendo impresionar a Dios.
Entre las grietas de los baluartes del Golfo,
se envuelve de nuevo con la noche
y sus anchas caderas desaparecen en la niebla. |