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Se mueve tan rápido,
con la gracia del Pontó,
con su piel negra
y una capa de colores,
abrazando el camino entre sus patas,
pintando cuadros abstractos a su paso.
Incorpora el cuello,
y observa el mundo.

Se mueve ágilmente
y suelta un orgasmo de luz
entre las cortinas del tiempo,
queriendo impresionar a Dios.

Entre las grietas de los baluartes del Golfo,
se envuelve de nuevo con la noche
y sus anchas caderas desaparecen en la niebla.

 
Fuente: Ensayo sobre el sueño. Francisco Ucán-Marín. Campeche, Cam., 2001. 106 págs.