Al
borde del fin de siglo, el escritor mexicano Ricardo
Garibay confiesa temerle al diablo, los terremotos
y la miseria. Le hubiera gustado ser un gran padrote
y tener bajo su dominio una nube de muchachas. Recuerda
-con éxtasis- un paisaje onírico y le
atrae la voz de una cantante de ópera. No tiene
un mejor amigo, le impresiona la belleza del mar Caribe
y afirma vivir su madurez "en una agreste soledad".
Oriundo
de Tulancingo, Hidalgo, Garibay es un connotado escritor
que cuenta -en su extensa bibliografía- con
libros de cuentos, obras teatrales, crónicas,
memorias, ensayos, reportajes y novelas de renombre,
como Triste domingo, Par de reyes,
Bellísima bahía, Beber el cáliz,
Mazamitla, Verde Maira y La casa
que arde de noche, con la que obtuvo en 1975
el Premio al Mejor Libro Extranjero Publicado en Francia.
Su
mirada es penetrante y su carácter en apariencia
hostil. Juega así con la humanidad, como un
eterno rebelde o como un padre sabio que mira la civilización
con ironía y con ludismo. Sus palabras y sus
gestos son precisos; sus conceptos, agudos. Sonríe
desde la libertad y la satisfacción de quien
ha escrito, como dijera el poeta y ensayista argentino
Jorge Luis Borges, algunas páginas memorables.
A
su edad se queja del calor tan intenso que se cierne
sobre la forntera sur de Chetumal. Cuando era joven
y recorría con un grupo de amigos artistas,
la también calurosa frontera norte, el viaje
le parecía magia. Mucho ha llovido desde entonces
y ahora -con 46 títulos publicados- señala
con angustia los desmanes del sol y el caos de la
lectura en México. Aún así, manifiesta
su deseo de escribir otros diez libros, antes de su
muerte.
-¿Por
qué cree que vale la pena seguir escribiendo
en tiempos donde los lectores escasean, la crítica
se banaliza y los escritores se desconocen entre sí?
"Vale
la pena porque es una manera de ser feliz, es una
forma de alegría. El resultado no importa,
sólo el esfuerzo, el ejercicio del oficio.
La crítica no sirve para nada, pero hay que
leerla cuando es elogiosa. Si no, no hay que leerla
porque entra uno en unos berrinches muy grandes.
"Por
otra parte, que los escritores se desconozcan entre
sí es una gran ventaja. Ningún escritor
que se respete debe leer a sus contemporáneos.
Deben leerse antiguas mejor. Que se desconozcan unos
a otros es una ignorancia que propicia el crédito
de todos. De lo contrario el orbe se derrumbaría."
-De
todos los géneros por usted abordados es la
novela el más frecuente. ¿A qué
se debe esa predilección?
"Porque
la novela es la reina del arte literario. En un cuento
se tiene un incidente y se narra. Una novela tiene
personajes y los personajes deben dialogar, y en el
diálogo está el mundo y está
la vida. A partir de la habilidad de cada escritor
para dialogar puede valorarse su eminencia o su mediocridad.
La novela es muy superior a los demás géneros
literarios."
-Al
escribir, ¿qué le interesa más:
el nivel temático o el nivel formal?
"El
tema trae su forma y si uno domina el asunto halla
la forma adecuada. Los temas no importan. ¿Qué
temas le gustan¿ ¿Las memorias de un
niño a propósito de su madre y de las
reuniones en la casa paterna? ¿El ir y venir
de gentes a lo largo de 24 horas en una ciudad? Pues
que venga la prosa de James Joyce. Los temas no importan,
lo que importa es el tratamiento, la visión
del escritor a través de sus personajes. Ahí
está la veracidad o la mentira."
-¿Sigue
usted un método de trabajo riguroso o escribe
por impulsos emotivos?
"Había
una forma clásica literaria que decía:
'Este era un rey que tenía tres hijas...' Así
comienzan todas las historias, por donde quiera, por
donde salgan... En literatura no hay métodos,
no hay cánones, no hay reglas. Usted tira,
como el que fue al campo la primera vez, por donde
advierta que hay un camino más o menos trazado.
Por ahí seigue. Lo que vaya saliendo está
bien si hay talento para darle vida a la historia."
-¿Sólo
con el deseo? ¿Sin una idea de qué es
una novela?
"Con
el deseo y, repito, con el talento. El talento acarrea
un modo para escribir, aunque el autor no sepa nada
de nada. Los consejos profesorales para escribir una
novela son siempre tonterías que no llegan
a ninguna parte. Jack London fue boxeador, aventurero,
caminante, obrero agrícola, tratante de esclavos,
minero... Jamás abrió un libro, pero
escribió (a puro talento) cuentos imborrables."
-¿Qué
importó más en la creación de
sus obras, sus vivencias o sus lecturas?
"Mis
vivencias, claro. A través de las lecturas
afino y expando mi estilo de escritor, arribo a una
visión grande para contemplar el mundo que
quiero dar, pero si no hay lecturas viene siendo lo
mismo. Hay un caso muy reverenciado por los mexicanos,
el de Juanito Rulfo. El hombre había leído
muchísimas novelas, tenía poquísima
inteligencia, poquísima, y escribió
dos libros memorables. Olvidó todas las técnicas
y se puso a inventar esos indiecitos jalisciences
que nunca habían existido, y sin leyes consiguió
una gran obra."
-¿Qué
lecturas le han ayudado profesionalmente?
"He
leído mucho la Ilíada y la Biblia, pero
no las recomiendo como lectura. Si saben inglés
lean a Shakespeare, si hablan francés lean
a los clásicos franceses, que son muy aburridos,
pero indispensables. Ya dije que si no hay talento
no hay nada, pero siempre hay que leer y mucho. Está
Quintana Roo pegado a Yucatán donde viven las
personas más inteligentes del país.
Los canijos yucatecos no sirven para nada, pero son
los más lúcidos y los únicos
con sensualidad auténtica. No es difícil
encontrar en Mérida a un profesor que sabe
todo de literatura. Yo, como ser gregario, he buscado
aprovechar lo que han hecho los mejores escritores."
-¿De
qué manera alcanzó un estilo propio,
libre de las sombras tutelares de los autores que
considera importantes en su formación como
escritor?
"No
tengo la menor idea. El estilo es el hombre en la
literatura. Todo escritor es identificable por el
diccionario específico que usa. Eso es el estilo:
unas cuantas palabras reunidas habitualmente para
describir el mundo. Eso se entiende con mucha claridad
si se piensa que al leer cinco renglones de Borges,
enseguida lo identificamos. Sin embargo, Alfonso Reyes,
que es mucho más escritor que Borges, es difícil
de identificar dada la amplitud de su diccionario,
ya que el ancho río del idioma corre por su
obra."
-¿Como
hace para no repetir los personajes, dotarlos de individualidad,
de perfiles psicológicos y maneras de expresarse?
"Como
yo logro diferenciarlo a usted del que está
a su lado, del señor que sirve la mesa y de
la muchacha que acaba de sentarse. Viendo y oyendo
a las personas. Cada hombre es un pequeño universo
y hay que entenderlo imaginariamente para tipificarlo,
calificarlo de un modo exclusivo".
-¿Se
considera un escritor realista?
"Todo
lo que se escribe pertenece a la realidad. Eso de
que hay escritores costumbristas, escritores realistas...,
son tonterías profesorales. Si usted trae a
Homero y le hace esas preguntas, Homero no sabría
que contestarle. Pero si trae a un profesor, le contesta
todo, aunque en el fondo no entiende nada."
-¿Escribe
pensando en la imagen, en la posible versión
cinematográfica?
"Yo
sí porque trabajé muchos años
en el cine y soy de este siglo. Sin embargo, la literatura
es para las orejas. Se oye el universo en la prosa,
a pesar de que nuestra formación está
hecha para las imágenes con la influencia del
cine, la televisión y otras yerbas."
-¿ha
pensado en reescribir sus libros para futuras reediciones?
"Dios
me libre, Dios me ampare. No puede uno volver a andar
lo andado. Hay que tener una vanidad muy infantil
para estar leyendo lo que ya escribió y publicó.
Decía Alfonso Reyes, el maestro constante de
mi primera juventud, que si queremos escribir una
página perfecta no acabaremos nunca. El encanto
está en el tropiezo, en la dolorosa cacería
de las palabras."
-¿Sirve
un taller literario para formar escritores?
"Un
taller coordinado por alguien que realmente entienda
de literatura puede ayudar a formar buenos escritores.
Debe ser alguien que logre vencer su vanidad y su
soberbia, y que humildemente y con mucho cariño
les proponga a los muchachos la creación de
su propio espíritu. Sólo así
se logran cosas increíbles."
-¿A
qué se debe el éxito reciente de las
novelas escritas por mujeres?
"Las
mujeres son la maravilla del mundo. Desde hace 30
años yo leo casi exclusivamente libros escritos
por mujeres. Me asombran sus obras. Obras como la
de Malú, la libanesa, magnífica escritora.
Acabo de leer con placer Nosotras, que nos queremos
tanto, de la chilena Marcela Serrano. He leído
a Tang, la china que vive en San Francisco, y a una
mujer verdaderamente genial que se llama Izaco Mabsubara,
japonesa teóloga y filósofa que escribe
en alemán. Su novela Los pájaros
del crepúsculo es una obra maestra. Son
la otra cara de la luna, la que no vemos. Es un coto
fascinante, enteramente secreto y riquísimo
que apenas ahora comienza a exhibir la ternura de
su lucidez, esa capacidad enorme para vivir y soportar
la minucia incesante. La multiplicidad es la mujer.
Los hombres somos toscos, brutos y vulgares. Pero
ellas son lindas, son la vida misma, y cuando tienen
talento para escribir son una fuente espléndida
de conocimiento.
-¿Ha
evolucionado la novela mexicana después del
llamado "boom" de la literatura latinoamericana?
"El
'boom' latinoamericano no fue más que un montón
de molestos farsantes, muy habilidosos y publicitarios.
Si entendemos como evolución la aparición
más frecuente de libros, pues vamos hacia una
sociedad industrial. La ciudad de México es
hoy parte indudable del Primer Mundo. De sus 18 millones
de habitantes, uno pertenece al Primer Mundo con toda
la sabiduría que ha podido almacenar Europa
y el Oriente.
"Sabemos
eso y no pertenecemos al modestísimo, admirable
y doloroso Tercer Mundo de los indios otomíes,
de los indios mayas... Ese es un mundo que merece
todo nuestro amor y nuestra atención, pero
no pertenecemos a eso. Ya podemos escribir con la
literatura de todos los países. Nos pertenece
todo, pues la cultura es universal. Si ha habido una
evolución se debe a eso, pero no estará
completa hasta que no entren de lleno las mujeres
a poblar el mundo de la novela."
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