Calkiní, 10 de septiembre de 2010
 
México, el país donde nací

Por Teresita Durán Vela

 

Los historiadores se han esmerado en indagar sobre el pasado, consultar y analizar registros, documentos y archivos que guardan la memoria de épocas anteriores; reconstruir con sus interpretaciones, sucesos de antaño.

Este año 2010, especial atención se ha otorgado al inicio del movimiento de independencia, pues se cumplen 200 años de ese acontecimiento.

 


En toda la geografía nacional, las autoridades federales, han dedicado abundantes recursos económicos, para el programa de la celebración del Bicentenario: ¿Por qué en septiembre aflora el patriotismo? ¿Por qué en la noche del 15 se nombran ante el pueblo a los insurgentes de 1810? ¿Por qué el grito es el momento álguido de la celebración? ¿Sólo esos días son de fiesta nacional? Sirvan estos cuestionamientos, para reflexionar.

Desde la presentación del programa general de las fiestas, hasta la víspera del festejo principal en Palacio Nacional y en todos los rincones de la geografía mexicana, el Bicentenario, ha sido un tema de debate. A diferencia de experimentos de laboratorio (que se repiten, tantas veces sea necesario), los sucesos del movimiento insurgente contra los realistas, se recrean en libros, películas, documentales o programas de radio; una reconstrucción basada en los anales y crónicas conservadas, después de doscientos años. Es cierto, que algunos mexicanos, debaten sobre los hechos, personajes, acciones y resultados; el principal logro, no se cuestiona, dejamos de ser colonia española.

Quienes murieron en batallas sangrientas, entregaron cuerpo y espíritu para dejar un territorio independiente; hombres y mujeres inspirados en ideales de justicia y libertad, ofrendaron sus bienes y sus vidas, para terminar con una época de sufrimiento y opresión, las conspiraciones surtieron efecto para luchar contra el mal gobierno. Miles fallecieron, armas, machetes, familias enteras desaparecieron, realistas e insurgentes combatieron, para que el 27 de septiembre de 1821, “una ciudad engalanada con arcos triunfales recibiera entusiasmada al libertador Iturbide, a Guerrero y al Ejercito Trigarante… era la celebración de la independencia…” (Zoraida, J. 2004).

Honrar la memoria de los indios, criollos, peninsulares, insurgentes y curas que combatieron hace doscientos años, es muestra de gratitud y reconocimiento a su proceder, para dejar de ser la Nueva España.

México es la República donde nací. La tierra de mis abuelos, el suelo donde aprendí a caminar; donde mis padres construyeron la casa para vivir. Es la parte de América que me dio idioma y bandera, la nación que conocí desde pequeña y me reconoce como ciudadana ante las leyes de otros pueblos y los ojos del mundo. La libertad es un derecho constitucional.

¿Quién no se emociona cuando ve su bandera lejos de casa o siente vibrar en lo profundo del ser las notas del himno nacional? Cuando te separan fronteras y kilómetros de esta tierra, es indescriptible expresar los sentimientos. ¡Qué importa si eres de Chiapas, Guerrero, Campeche o Veracruz! ¡Eres mexicano! Compartes la misma bandera tricolor y entonas el mismo canto. Es difícil olvidar, “México, creo en ti”, “Solamente una vez” o “México lindo y querido”.

Bien vale la pena, ver el escudo en una de las caras del peso, el lado luminoso de este país, ahí está la síntesis de su pasado y la fortaleza de su presente. ¡Honremos a los héroes nacionales de 1800! Gracias a ellos, desde hace dos siglos, la independencia es un bien nacional y la esencia del patriotismo.

¡Celebremos a la Patria! ¡Viva México, el país donde nací!

¡Viva México!

San Francisco de Campeche, Cam. 10 de septiembre de 2010.

 
 
 
 
Fuente y fotos (tomadas en la Casa de la Corregidora, en Querétaro): Enviadas por Teresita Durán Vela; 9 de septiembre de 2010