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Algo más que palabras
 
El Papa de la unidad
1 de diciembre de 2006
 

Ha triunfado el carácter ecuménico del viaje de Benedicto XVI. Había ciertos recelos que se han salvado con creces y el resultado es altamente positivo para toda la humanidad. Tanto los encuentros, como los discursos, permanecen como racimos de esperanza. No fueron meros gestos de cortesía. El Papa puso corazón a las heridas que nos separan y la conciliación se hizo presente. Seguro que también se hace futuro. A través de los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, se perciben como sentimientos de sincera alegría por todas partes, gratitudes que salen de los ojos de la gente. Ahora sólo hace falta proseguir en esta línea fraterna, trabajando con los brazos abiertos y la mirada limpia.

Este viaje apostólico a Turquía será un referente para la armonía. Por una parte, el Papa confirma su estima a los fieles musulmanes. Y por otra, todos coinciden en hallarse a gusto, para que fructifique la reconciliación a través de un diálogo de amor y verdad. Bajo esta atmósfera, considero, que es más fácil hallar caminos de paz. Con esta visita estoy convencido de que se va a producir un cambio en la manera de pensar y comportarse. Realmente ya se ha producido con esas estampas fraternizadas, de ser uno. Que el Patriarca Ecuménico eleve la mano del Papa, o que se intercambien sonrisas, es un signo de complicidad y entendimiento, algo muy saludable para la familia humana.

Los gestos de Benedicto XVI son de felicidad y deseo de una relación más profunda entre todos los humanos, entre todas las religiones, que deben alimentarse en la verdad y el amor. El viaje supone un avance importante para la construcción de una sociedad. Las religiones, todas unidas, son una fuerza viva de paz. El Papa del pensamiento ha movido ficha, con su testimonio nos enseña que el amor al prójimo es posible, incluso a los diferentes, sólo hay que aceptar y respetar a todas las personas.

El mensaje de amor y sacrificio que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, trajo al mundo es significativo para todos los pueblos, lenguas, culturas y religiones. Cristo eligió nacer en Palestina, en Asia menor, en Asia occidental, o en Oriente Próximo, como dirían algunos hoy en Occidente. Pero la religión que fundó es para todas las naciones. Vino para “reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn  11, 52). En esa misión camina el Papa, con especial comprensión y con mucho coraje. Su entusiasmo moral se contagia. El mundo está atento a sus alentadores pasos y confía en su aventura que radica en trasladarnos el rostro de Jesús.

 
 
Fuente: Texto enviado por su autor desde España. Email: (corcoba@telefonica.net)