Parto
de que los sembradores del terror son enemigos de la humanidad.
El buen olfato de la policía
británica ha abortado un complot terrorista de “dimensiones
globales” que pretendía hacer estallar de forma inminente
varios aviones comerciales en pleno vuelo con origen en el
Reino Unido. Detrás de todo ello, se esconde un odio
visceral, donde vivir apenas tiene valor para estos segadores
de vidas humanas. Sembrar el terror como estrategia de poder
es crimen contra todos. Nadie se queda a salvo. El mejor escarmiento
que se les puede dar a estos lobos enfurecidos, no es otro
que la unión entre todas las culturas y religiones,
bajo un único objetivo: el derecho a defenderse de estas
bestias con cuerpo humano y corazón envenenado.
La
colaboración internacional en la lucha contra estos
sembradores del terror, artífices de la destrucción
humana, debe comportar, en consecuencia, un compromiso incondicional
en todos los ámbitos. Sólo así se podrá solucionar
con valentía la opresión. Los Estados han de
tomar conciencia todos a una, y unirse igual que una piña,
para que el pavor deje de injertar inquietudes y desconfianzas.
Con estos criminales no se puede ser indulgente. Ellos tampoco
lo son con persona alguna. Su poderosa convicción de
imponer a todos su propia visión de la verdad, es un
fanatismo destructor al que hay que hacerle frente. La grandeza
y la dignidad de la persona es lo máximo y no puede
ser un mínimo para estos labriegos de horrores.
El
deber de disuadir a los sembradores del terror conlleva el
nulo apoyo y la defensa a ultranza de los derechos humanos.
Eso de vivir en un susto continuo es una locura. Hay que
poner el cerrojo de la libertad a buen recaudo y cerrar el
grifo de los apoyos financieros a los salvajes. Nos merecemos
la tranquilidad. El terrorismo, provenga de donde provenga,
es algo inadmisible. En este sentido, el Secretario General
de la ONU , Annan, lo podrá decir más alto, pero
no más claro en cuanto a su convicción de que
el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, cometido
por quien quiera que sea, donde quiera que sea y por cualquiera
que sea el motivo, es inaceptable y nunca puede ser justificado.
Lo ratifico. Tiene más razón que un santo.
No
estaría mal, tal y como está el patio mundial
de estremecido, hacer una campaña globalizada contra
estos tipos que nos ponen en sobresalto permanente. La consigna,
podría ser: Estados contra el terror, ciudadanos contra
el miedo. Sobre todo, porque nadie llegó a la cumbre
acompañado por la cobardía. Sin duda, la seguridad
colectiva va a depender mucho de la cooperación entre
naciones. Es importante que el mundo se respete y lo respeten
sus moradores. Tenemos el derecho de vivir libres de temores
y a desarrollar el potencial humano, cada uno a su manera y
modo, siempre que no moleste al vecino. Creo, pues, que es
necesario adoptar medidas enérgicas acertadas, cuyo
patrón ha sido antes aceptado y concertado por todas
las naciones dispuestas a promover la paz en un mundo vengativo,
mediante la solidaridad internacional (las religiones pueden
jugar un gran papel), el fomento del desarrollo (la educación
es el único salvavidas para la tolerancia) y la convivencia
en justicia (la verdad es la madre de la vida). Y que se destruyan
las armas para que las almas se besen. Es condición. |