Mientras
el universo sideral flota en el aire libre, el mundo de los
humanos se embarranca en un cuadrilátero de absurdos
y se encarcela en doctrinas que le preparan para el campo de
batalla, que no es el de la paz. Lo gozoso que es, –como
dijo el poeta-, vivir sintiéndose vivido. La guerra en
Georgia, como todas las guerras, suelen gestarse en doctrinas
armadas de venganza o en políticas sin alma. Basta contemplar
todas las angustias de la tierra y toda la opresión que
se injerta a diario por los caminos del mundo. La dominación,
la dictadura, el avasallamiento, el caudillaje, el abuso de
autoridad, la tiranía se adueña de los ojos cerrados
y, en ocasiones, también de los abiertos, porque se le
niega la luz que orienta a la búsqueda de lo bueno y
de lo justo. Aún así, a pesar de ver tantos corazones
perforados por el plomo del odio, la existencia suele ser generosa
y la estética del orden cuando todo parece hundirse,
de pronto ves que brota una nueva vida dispuesta a revivirse
de las cenizas. Está visto que el dolor es algo inevitable,
pero el sufrimiento es opcional y no hay mal que cien años
dure. Es cuestión de plantarle cara a este enfermizo
caos, que todo lo trastoca, hasta invertir las buenas éticas
que cohabitan en toda vida.
Cuántas
veces una enfermedad, vivida en propia carne, nos ha llevado
a descubrir el sentido de la vida y vemos las cosas de otra
manera, cuando menos desde otra perspectiva más humana.
También la enfermedad del mundo, de la que todos somos
en mayor o menor medida cómplices, nos exige tomar esa
conciencia y asombrarnos de lo pequeños que somos y de
lo grande que es el universo. Hoy Rusia prueba un cohete balístico
capaz de superar la defensa antimisiles americana. Mañana
los americanos probarán una bomba capaz de atrincherar
la defensa de los rusos. Las naciones se preparan para la guerra
en vez de prepararse para la paz, poniendo en serio peligro
la esperanza del futuro de la humanidad. ¿Cómo
responder a estos amenazadores desafíos? Ciertamente,
hace falta una acción común de no rendirse a la
gran incertidumbre de los tiempos, es preciso una reflexión
que nos acerque a una vida bien vivida, en continuo deseo de
hacer humanidad. De lo contrario, las guerras se avivarán
mientras los intereses humanos sigan siendo más importantes
que el capital estético de los árboles del alma
de las personas. Volviendo al cosmos, del que somos un latido
más, nos queda la esperanza de que exista al menos un
pulso, el de nosotros mismos, dispuestos a ser verso de vida
y no de muerte. La paz siempre es posible. La vida es demasiado
corta para tirotearla o para dejarse adormecer con las víboras.
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