El
ser humano tiene que establecer un final para los desórdenes,
las injusticas, las libertades...; sino, éstas acelerarán
una dolorosa prisión para la humanidad que será
el fin. El mundo tiene que emplearse a fondo en generar ocupación.
Un planeta desocupado, o mal ocupado, se envilece y no genera
riqueza. Por consiguiente, cualquier modelo económico
que sea incapaz de generar empleo se ha de cambiar y los gobiernos
deben situar esta tarea en el epicentro de sus estrategias.
Háganse, pues, todas las reformas laborales necesarias,
pero aquellas que activen el mundo del trabajo y de la producción;
de lo contrario, tiene bien poco sentido hacerlo y malgastar
energías.
Revisemos
el pasado más reciente. Nadie me negará que, en
los últimos años, hemos permitido que se quebrasen
demasiados derechos y obligaciones sociales, a veces por falta
de decisiones audaces propiciadas por gobiernos sectarios que
lo único que han sabido es derrochar y acrecentar deuda
pública, con la consabida factura del declive económico
y el retroceso, debilitando las clases medias que se ven empobrecidas
como nunca. Es verdad que las repercusiones son distintas según
los países y regiones, pero el éxito va a estar
muy condicionado a las medidas de estímulo de creación
de empleo que adopten los Estados. Y al final, téngase
también presente, que todo repercute en todos.
Por
eso, la cultura del diálogo tiene que ser un activo frente
a cualquier crisis; máxime cuando se incrementa el desempleo,
el hambre y la inseguridad alimentaria. No podemos esperar por
más tiempo a que se produzcan los grandes cambios. Tenemos
que avivarlos entre todos y todos unidos. Debemos cambiar modelos
productivos, estándares energéticos, nuestros
modos y maneras de vivir. Hay que poner fin a tantas adicciones,
que el tiempo apremia. Al capital que no respeta a la persona.
Al petróleo que se considera un imprescindible. A las
armas por sus grandes dividendos en un negocio que no es el
de la paz. Al enjambre de especuladores y corruptos que rapiñan
para sí lo que es de la sociedad... Todas estas adhesiones
y tantas otras, lo que forjan es un problema de salud globalizada
que sólo se cura con las manos solidarias de la acción
conjunta, sabiendo lo importante que es no dejar de hacerse
preguntas y escuchar todas las respuestas. Para gentes predispuestas
no suele haber ocasos.
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