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Presentación |
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"Que la Gracia en Cristo Jesús permanezca con todos vosotros": Los niños son la alegría del hogar, es una frase constantemente repetida por los adultos. Esto es cierto, y lo comprobamos cuando nace un nuevo miembro en la familia; cuando hace sus primeros balbuceos, cuando da sus primeros pasos, en su primer día de clases, y en muchos momentos más. Los padres y el medio que rodea al niño lo ayudarán a madurar en cada etapa de su vida. Si el niño encuentra satisfacción a sus necesidades más elementales como son: amor, alimentación, vestido, techo, desarrollo físico e intelectual, tiende a ser normal. Pero si carece de alguna de estas necesidades, sus actitudes suelen ser de conformismo, apatía, agresividad o rebeldía contra la sociedad. Por ello, considero que la humanidad debe dar al niño lo mejor de si mismo. Para que el niño pueda satisfacer sus derechos de recibir amor, alimentación, vestido, techo y educación las autoridades deben tomar las medidas necesarias para asegurar el bienestar e integridad física y mental de todos los niños y niñas. Nuestro gobierno debe cuidar a la niñez como su mejor riqueza. La decisión de llevarlo a cabo está en sus manos. Por otra parte, uno de los derechos de los niños es el no ser maltratados, ya que muchas familias de México carecen de estabilidad económica, porque los padres no cuentan con un empleo y sueldo fijo para dar seguridad a su esposa e hijos; además los obligan, amenazándolos, pegándoles y castigándolos, a que como sea les lleven dinero, robando o pidiendo limosna. No olvidemos que todos los adultos pasaron por la infancia y todos los niños de ahora serán los adultos del mañana, que conducirán la sociedad. ¡Felicidades a los niños calkinienses en su día!
P. Chepe (A.M.D.G.)
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"El niño y la niña: un Evangelio |
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Por J.A.V. COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL FAMILIAR DECLARACIÓN CON OCASIÓN DEL DÍA DEL NIÑO. A los niños y niñas de México, en la celebración de su día. Queridos niños y niñas: La Iglesia católica los saluda con cariño en el día dedicado a ustedes, porque queremos reconocerlos como una parte importante de nuestras familias y de la familia humana, como una esperanza y como fuente de alegría para nosotros los adultos. En este nuevo tiempo de esperanza, queremos saludarlos y verlos a ustedes, niños y niñas, a cada uno y a cada una, como una palabra que Dios dirige a su mamá y a su papá, a su familia, a la sociedad y también a la Iglesia. Dice el Papa Juan Pablo II, que ustedes, por su sencillez, bondad y pureza son modelo para los adultos. "Qué importante es el niño para Jesús! Se podría afirmar desde luego que el Evangelio está profundamente impregnado de la verdad sobre el niño. Incluso podría ser leído en su conjunto como el "Evangelio del niño". En efecto, ¿qué quiere decir: "Si no cambian y se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos". ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios." (Carta a los niños, Navidad de 1994). Es más, -sigue diciendo el Papa, Jesús, "muestra en el Evangelio una confianza en particular en los niños", y a lo largo de la historia los ha invitado a ser santos y santas al mantenerse siempre cerca de Él: "Jesús y su Madre eligen con frecuencia a los niños para confiarles tareas de gran importancia para la vida de la Iglesia y de la humanidad... Parece que el Redentor de la humanidad comparte con ellos la solicitud por los demás: por los padres, por los compañeros y compañeras. El siempre atiende su oración. ¡Qué enorme fuerza tiene la oración de un niño! Llega a ser un modelo para los mismos adultos: rezar con confianza sencilla y total quiere decir rezar como los niños saben hacerlo." (Carta...) Sin embargo, también es cierto que a veces los adultos los hacemos sufrir con nuestros miedos y egoísmos. No es vergonzoso que les pidamos perdón a ustedes en este día, por todas las heridas que les hemos hecho o les hacemos, a veces sin querer, pero que los lastiman y les hace un daño que puede durar toda una vida y los hará sufrir cuando sean adultos. Por esas palabras injustas, por esos golpes, desprecios, humillaciones, por la indiferencia y el olvido, por dejarlos solos en el mundo, por no saber valorarlos como un regalo de Dios: ¡Perdón! Desde el momento en que ustedes fueron concebidos, ya fueron un regalo de Dios, una palabra que hace visible el amor. Son ustedes siempre una bendición y alegría de las fami-lias y de la humanidad. Jesús mismo, recibido por la Virgen María y San José, fue la alegría del hogar de Nazaret y con su nacimiento puso de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano. Ser un niño y ser una niña, es una de las ideas más hermosas de Dios. Es bueno saber que no es lo mismo ser un niño que una niña. Dios, que es bueno y sabio puso entre un niño y una niña, entre un hombre y una mujer, diferencias muy bellas que hay que saber conocer y respetar. Los dos tienen la misma dignidad: la niña no es menos que el niño, ni la mujer menos fue el hombre como a veces vemos en nuestra cultura, haciendo que la niña y la mujer sean despreciadas o abusadas de diversas formas como por ejemplo en su fragilidad y delicadeza, en su capacidad de trabajar o, en lo más sublime que Dios le dio a la mujer: su capacidad de ser y amar como madre. Las diferencias que Dios puso entre el niño y la niña no las creamos nosotros: es un regalo para cada quien el ser un niño o una niña. Niños y niñas, queremos verlos a todos y a cada uno como una sonrisa para nuestro mundo, como una nueva primavera para nuestras familias y la sociedad. sabemos que donde está presente un niño o una niña y son valorados, los adultos nos humanizamos, sonreímos; ante el niño estamos obligados a dar lo mejor de nosotros mismos, a superar nuestros miedos y egoísmos para darles un mundo lleno de amor. Ustedes a quienes Dios escucha con especial atención, por favor pídanle que nos ayude a nosotros adultos a saber darles el tiempo, la atención, el cariño y el ejemplo que ustedes necesitan, a que papá no se desentienda de ustedes y los deje en las solas manos de mamá; que papá, con su ejemplo, les enseñe a vivir con responsabilidad, pero que también pueda ser un compañero de juegos, y actividades en la vida de ustedes; que mamá sea el regazo lleno de ternura en donde encuentren amor y apoyo, que esté siempre cercana a ustedes y que ella sea muy valiente para defenderlos de todos los peligros; que los adultos les demos siempre atención y seguridad. Si no, ¿cómo podrían ustedes aprender a obedecer como Jesús lo hizo, hasta alcanzar así un dominio personal de modo que cuando sean grandes puedan ser libres y amar como Dios nos enseña? Niños y niñas, ustedes son importantes y tienen el derecho a que los amemos y los cuidemos. Dios los ama con predilección y nos los pone también como maestros. Enséñennos a ser buenos, a ser sencillos, a ser puros, a ser generosos y nobles, a hablar siempre con la verdad, a no odiarnos, a amar y confiar en Dios. Enséñennos a hacernos niños para poder entrar en el Reino de los Cielos. Díganle a Dios que los hombres y las mujeres, las familias, la sociedad necesitamos de Él, porque sin Él estamos solos y perdidos. Hoy, nosotros también le pedimos a Dios por ustedes, para que Jesús nos ayude a amarlos como Él lo hizo, como Él nos enseña a hacerlo en el Evangelio. Niños y niñas: ¡Muchas felicidades en su Día! Que Dios los bendiga y los haga crecer en su Amor y Bendición y permita que el mundo se alegre y se humanice cada vez más al conocer el Evangelio del Niño. México, D.F., 30 de abril de 2001.
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