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Tu
cruz vino del árbol de la vida,
nació de una madera solidaria.
Para morir tu muerte legendaria
un árbol ofreció su copa herida:
En
ella, la resina de tus venas
bañó de luz el rostro del pecado.
El mundo te olvidó, crucificado
en su propia maldad, en sus cadenas.
Por
eso, cuando miro a mis hermanos
meciéndose en la cruz de la discordia
rcuerdo el sacrificio de otra cruz:
Ella
ofreció su vida por tus manos,
en busca de la paz y la concordia,
a cambio de tu savia y de tu luz.
(Del
poemario Sonetos al Señor, 2000)
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Quise
volver a verte en el sagrario
porque al amigo se le olvida el odio,
que a veces sube, como sube al podio
el corredor que se consume a diario.
Quise
volver a verte en la oficina
donde el amigo sueña con tu Gracia.
Quise volver a verte en la falacia
del triste migajón de la rutina.
Al
fin te puedo ver: en los caminos
que llevan al solar de la sonrisa,
en los ojos de niños como estrellas.
Y
puedo ver al fin mis desatinos:
te buscaba en mi piel y en mi camisa,
con ganas de esconderme de tus huellas.
(Del
poemario Sonetos al Señor, 2000)
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