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Presentación |
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"Que
la Gracia en Cristo Jesús permanezca con todos vosotros": Este año, el día primero de diciembre se iniciará, junto con el tiempo de adviento, un nuevo año litúrgico. Dos inicios que, al coincidir siempre en el mismo día, corren el riesgo de confundirse el uno con el otro. El inicio de adviento tiene por lo general gran relieve en casi todas las comunidades. El hecho de que conlleve todo un cambio de decorado litúrgico ayuda a subrayar esta inauguración del nuevo tiempo litúrgico. Las vestiduras de los ministros cambian su color y toman un aspecto más sobrio. Con la llegada del tiempo fuerte de adviento, suele renacer en la mayor parte de las comunidades. ¡Ojalá fuera en todas! Una nueva vitalidad y un más intenso deseo de vivir el nuevo año litúrgico. El adviento es fundamentalmente el tiempo de la llegada del Señor, como intensamente recuerdan los textos litúrgicos. La llegada del Señor contemplada bajo dos aspectos: La llegada escatológica y la llegada histórica (la llegada espiritual o el nacimiento del Señor en el alma que, seguramente debido a la influencia de San Bernardo, se conecto más tarde con Navidad. En la liturgia de adviento la llegada escatológica y la llegada histórica entremezclan continuamente sus acentos; si bien en las primeros días se subraya más el aspecto escatológico, mientras que en la última semana la atención se polariza más bien en la preparación de la fiesta de Navidad. Uno de los signos más expresivos para el tiempo de adviento es la corona que lleva el mismo nombre. Esta corona confeccionada con ramas verdes, pero sin flores (por razón de la austeridad); en ella se colocan cuatro cirios, que pueden ser de colores vistosos, las velas o cirios se van encendiendo, según los cuatro domingos que anteceden a la Navidad. También tendremos nuestro re-tiro de adviento, al que quedan cordialmente invitados. ¡Ven,
Señor Jesús! P.
Chepe (A.M.D.G.)
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Adviento |
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La semana pasada decíamos que con esta fiesta de Cristo Rey, cerramos el tiempo ordinario, un ciclo más del año litúrgico que termina. Reflexionemos a partir de esta semana sobre el Adviento, el tiempo de la espera, el tiempo del primer signo de unidad entre nuestra libertad y la de Dios. San Bernardo, en la lectura del miércoles primero de Adviento (Liturgia de las horas) dice: que entre la primera venida de Cristo, histórica y humilde; y la segunda, final y gloriosa, hay una venida secreta en cada alma. Es una venida secreta, como todas las cosas que tienen su base en el amor, en la libertad, en la discreción, en la falta de publicidad y de ruido; con Dios ¡Nada de vanidad inútil! Algo esencial para que un amor verdadero entre personas inteligentes y libres se afiance y crezca. Con el primer domingo de Adviento (1º de diciembre) amanece para todos un nuevo año de vida en el misterio de Cristo. Y al iniciar otro período de nuestra historia, se fortalece alegremente la esperanza, porque el Adviento nos ayuda con su gracia. De aquí brotan los deseos de hacer buenos propósitos, de buscar nuevas oportunidades y alientos para disponer mejor nuestra vida para recibir al Señor que viene. El Adviento es un tiempo de preparación para las solemnidades de la NAVIDAD en las que conmemoramos y celebramos la primera venida del Hijo de Dios a los hombres. Pero a la vez, el Adviento es el tiempo en que este recuerdo dirige nuestras mentes hacia la expectación de la Segunda venida de Cristo al final de la historia y de los tiempos. Es tiempo de preparación y de deseo; tiempo de oración, de evangelización y de gozo con María, que espera en oración con amor innegable de Madre el nacimiento de su Hijo divino. Es, pues, importante meditar en la profunda seriedad del Adviento perturbado muchas veces por las embusteras celebraciones de nuestra cultura mercantil, por la propaganda y las modas que nos arrastran al consumismo. La verdadera preparación no puede inclinarnos a considerar estar fiestas –las posadas- como un retorno simplista a los años de nuestra propia infancia; la preparación a la Navidad no es un juego de niños. Es cierto que no hay nada malo en los tradicionales gozos familiares de la Navidad. Después de todo, el Nacimiento del Señor no es en sí mismo poca fiesta. Nuestro Adviento es tiempo de esperanza. Lo que es incierto no es la “venida” de Cristo, sino nuestra acogida a Él, nuestra respuesta a Él, nuestra docilidad y disposición de salir a su encuentro. El misterio del Adviento en nuestras vidas es despojarnos de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. ¿Qué debo hacer y qué me falta para que la venida secreta del Señor en mi alma sea fecunda, sea fecunda de alegría irradiadora sobre los demás? ¿Cómo va mi vida interior de intimidad con el Amado? ¿Por qué tan fácilmente me olvido de él? El tiempo es breve, hay que aprovecharlo todo para hacer nuevos progresos en la caridad. No desperdiciemos las gracias del Señor, y sobre todo ¡no nos cansemos en hacer el bien! (2 Ts. 3,13; Ca. 6,9). Vivamos
intensamente este Adviento para ser y vivir cristianamente esta Navidad.
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Avisos
Parroquiales
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