Los rezos, en su mayoría, eran en honor a la imagen del Niño Dios, el cual ocupaba un lugar muy especial en los domicilios, donde se armaban bonitos “Nacimientos”, adornados con flores naturales, velas, etc. De igual manera, las casas se adornaban con cintas de papel crepé, las cuales pendían de las paredes, y daban un toque especial.
Existían diferentes tipos de altares: el tradicional lo armaban con gradas o escalones de madera, demostrando con esto una “ofrenda”, ya que ahí colocaban flores, veladoras y en lo alto se colocaban las imágenes.
Estas festividades, en algunos casos eran 9, pero en otras se alargaban por más de nueve noches, ya que concluían en su mayoría hasta el 2 de febrero cuando se celebra a la Virgen de la Candelaria. En este mismo serial se ofrecen rezos a los Santos Reyes, al Santo Niño de Atocha, y a la Candelaria.
Existe la imagen del “Niño Dios parado”, ésta es propiedad de la familia Carril Ek. En tiempos del Monseñor Gonzalo Balmes prestaba la imagen para ser llevada al templo principal, en donde iniciaba su novenario el 1 de enero y concluía el 9; luego, la devolvía, no sin antes anunciar en la misa que devolvería la imagen a su hogar de origen. Llegando la procesión, se realizaba el rezo; enseguida, los invitados armaban la “Jeringosa”, la cual consistía en una ronda donde hombres y mujeres bailaban, cantando y aplaudiendo, donde a la letra decía: “Yo quisiera ver, bailar, cantar con la jeringosa hay que bien que lo baila esta moza que la dejen sola, baile usted, baile usted...". Y se quitaba la mujer; luego, cantaban: “Yo quisiera ver, bailar cantar con la jeringosa, hay que bien que lo baile este mozo que lo dejen solo…”. Y así se iban eliminando uno por uno, hasta quedar solamente una pareja. Al concluir, se regalaban ricos dulces de calabaza, papaya, arroz con leche, sin faltar los cacahuates; siempre se acompañaba con música de armonio y guitarras.
Podemos recordar con mucho respeto a señoras que cada año realizaban estas novenas con mucha devoción, como son: doña Lola Ceh Gamboa (calle 20 del Centro de la ciudad), doña Ramona Ojeda (salida a Tepakán), doña Marina (rumbo a la planta de luz), a la profesora Lolita (en la calle 20x15), doña Venancia Herrera (calle 19x18); y las novenas que se hacían en la casa de don Pancho Balam (en la calle 22, donde actualmente se ubica la Escuela Normal de Educación Primaria). También habían otros hogares en los diferentes suburbios de la ciudad.
Por las noches, a través de potentes bocinas de sonido, se escuchaban los rezos y cantos, y de inmediato ubicabas el lugar de la fiesta. Los sábados nunca faltaban las llamadas bachatas (baile popular que se realizaba en los patios de las casas); se acompañaban con aquellos equipos de sonido “Radson”, propiedad de don Armando Brito (+), el popular “Mando Tuchi”, y otro del señor Turriza, quienes alquilaban estos aparatos. De esa manera, se divertían sanamente niños, jóvenes y adultos.
EN LA ACTUALIDAD, estas novenas se realizan en el hogar de los esposos María Eneida Pech Cocom y Abelardo Uc Uc, ahí por el rumbo del Ceibo, por la calle 24 entre 19 y 23. Muy amable, María Eneida nos platica que es el primer año que realiza este novenario en honor a los Santos Reyes y al Niño Dios. Esta vez casi alcanzan 27 noches -cada día nos vienen a pedir una noche y no me puedo negar-. Las imágenes me las traspasó mi cuñada María Magdalena Uc Uc, la cual realizó las novenas durante muchos años, herencia que le dejaron sus padres ya fallecidos. Ella organizaba en la última noche la "Cabeza de cochino” y un baile; ahora para este año, cuando concluyan, se realizará la procesión que recorrerá las calles del suburbio.
LA RAMADA: La llamada “ramada” consistía en una gran rueda hecha de bejucos y madera, en su derredor se le ponían unas bases para colocar ofrendas; este artefacto lo colgaban desde la medianía del techo de la casa, de tal manera que pudiera dar vueltas, ahí se colocaban panes, frutas, dulces, etc. Cualquiera podía agarrar lo que gustase, con el compromiso de devolver el doble; cuando ya se saturaban de devolver mucho, iniciaban de nuevo, esto también significa una ofrenda y convivencia con los vecinos del rumbo.
EL NIÑO ROBADO: Concluído el novenario, en la última noche, los “protagonistas o actores” de esta celebración entretenían de alguna manera a los dueños de la casa; en el momento menos pensado, agarraban la imagen del Niño Dios, lo envolvían en pañales y lo sacaban de inmediato; lo llevaban cantando por las calles, tocando puertas de varios hogares, pero como se hacía ya casi a medianoche nadie los recibía, hasta que en una le tenían que abrir. Cantando, entregaban la imagen a la responsable, la cual la resguardaría un año; al siguiente le realizaba su novenario y lo devolvía a sus dueños, llevando el “matán” que consiste en dulces caseros. Actualmente, muy pocas gentes siguen realizando esta tradición, tal vez por la inseguridad que se vive, pues las gentes tienen miedo de salir a altas horas de la noche.
Estas hermosas tradiciones se realizan actualmente en numerosos pueblos del municipio, igualmente en toda la península de Yucatán, porque hablan mucho de nuestras creencias cristianas. Vemos con tristeza que se están extinguiendo al paso del tiempo; ojalá que nuestros descendientes las puedan preservar, porque hablan mucho de una rica tradición cultural y que algún día solamente quedará en el recuerdo y por supuesto en la historia de esta hermosa tierra.
Calkiní, Campeche, 21 de enero de 2013.