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Columna de Teresita

Historia: Ser mujer

(4 de marzo de 2013)
 
 

Cada mujer tiene su propia historia, existe en un espacio, vive apegada a creencias, prejuicios, normas sociales, valores y vínculos que la unen a la familia, su comunidad y cultura.

La mujer no siempre es inspiración de canciones, historias de películas, temas de telenovelas; a veces, resulta centro de violaciones, maltrato físico, explotación laboral, discriminación y en la peor de las circunstancias, objeto de comercialización. 

En el mundo entero, aun en la tribu más marginada de la civilización, viven mujeres; sí, personas cubiertas por el manto de la ignorancia, apartadas de servicios básicos de salud, condiciones adversas para el sano desarrollo humano y realización. En esas condiciones, hay millones en el orbe, sin atención ginecológica durante la gestación ni campañas de control de natalidad, prevención de cáncer, sida, entre otras enfermedades; escasas oportunidades para ir a la escuela, acceso a bibliotecas, la política, créditos productivos, etc… En algunos lugares, ser mujer es condición de peligro; la vida está expuesta a la amenaza constante. Si a esos entornos,  agregamos, la violencia como práctica de crianza, estilo familiar y arma de humillación, ¿qué esperanza  tienen esas mujeres en este siglo? ¿Acaso ser mujer es un peligro para la vida misma?

El escenario actual es un collage  de situaciones en desventaja, en las ciudades más pobladas,  comunidades rurales, ejidos con marginalidad extrema. A cualquier edad y en todas las etapas de la vida femenina, hay dos grupos, aquellas consideradas como víctimas: niñas ultrajadas, adolescentes embarazadas, esposas golpeadas, ancianas desatendidas, mujeres indígenas analfabetas. El otro grupo, lo conforman féminas con experiencias disímiles: acuden a la escuela, disfrutan de la lectura, se gradúan, van el cine, practican algún deporte, tienen una computadora, se tiñen el cabello, se organizan, tienen un empleo fuera del hogar, perciben un salario, concurren a fiestas, forman una familia, conviven con personas de diferente edad y sexo. Viven historias diferentes.

El sector femenino tiene varios rasgos en común, su naturaleza, comparte los mismos derechos, su facultad de razonamiento abre  ventanas para mirar y comprender el mundo exterior, sus emociones nacen instantáneamente; en fin, tienen deseos, sueños y proyectos.

 
 

La vida de las mujeres es como el arcoíris, no todo es color rosa ni  negro, cualquiera que sea la tonalidad,  el corazón de la mujer tiene un poder singular que la impulsa a luchar por sus hijos, la convierte en guerrera para defender la paz familiar; su versatilidad le permite asumir roles diferentes según la ocasión requiera, casi siempre son triunfadoras; pocas veces se fatiga, realiza tantas tareas en casa y fuera de ella, que su fortaleza física la mantiene activa. Su aguda sensibilidad la guía a la alegría o a la tristeza, casi nunca oculta ese poder del sexto sentido, por el contrario, lo perfecciona. El fuego encendido en su interior, la impulsa a trabajar, buscar soluciones a problemas económicos, encontrar al hijo extraviado, aliviar el dolor del recién nacido, iluminar el camino de la muchacha desorientada y hasta encender las brazas  para recuperar el calor en el hogar.

En ocasión de la celebración del día de la mujer –ocho de marzo-, no deseo significar cifras de mujeres violadas este año en México,  casos atendidos en la Procuraduría de la defensa de la mujer, el número de campechanas analfabetas ni cuántas personas con discapacidad fueron contadas por el Inegi en el último censo; en su lugar, deseo reconocer a todas las mujeres, sí reconocer en todas, la grandeza de todas las edades en la vida de las mujeres:

Niñas: capullos de vida, retoño de alegrías; almacén de fantasías,  con modales de princesas en cuentos mágicos, danzarinas en el vuelo de mariposas en prados llenos de inocencia… son las muñecas de mamá, cómplices de papá, hadas frágiles que merecen cuidado, protección y mucho amor.

Adolescentes: flores frescas en la plenitud de la hermosura, coquetas, imitadoras, atrevidas, cuyo espíritu desafía al fuerte y al débil. Edad de las ilusiones que pronto habrá de transformarse,  para convertirlas en figuras cuyos cuerpos armonizan con la blancura de sus dientes, el rubor de sus mejillas y la picardía de su mirada.

Jóvenes: mariposas en vuelo de libertad, ágiles en su andar, siempre inquietas, críticas, inconformes, audaces en la mentira, decididas, incansables… Aquellos sueños infantiles empiezan a cristalizar, se aproximan a la cima del triunfo, no claudican fácilmente y si se enamoran, experimentan la fogosidad de las caricias…

 
 

Adultas: mariposa de color firme, aves con plumaje hermoso,  tejedoras de la historia con final anticipado. Armonía natural del cuerpo con el alma, continuidad del ayer con el presente; afirmación de la mirada y soltura en la sonrisa; proveedoras de enseñanzas, acompañante en los senderos más oscuros, en las veladas más solitarias. Su férrea voluntad atavía sus decisiones en los momentos difíciles. La lealtad del tiempo invade cada década, la elasticidad de la piel sostiene la franca sonrisa, en cada línea de expresión, una huella de sabiduría; sin timidez describen el ayer, ríen a carcajadas de las aventuras juveniles, comparten sus triunfos y anticipan las derrotas.

Mujeres ancianas: empiezan a perder velocidad en el vuelo, la libertad intenta alejarse; sus pasos se tornan pausados, el brillo de sus ojos empieza a opacarse, se aproximan a la última estación del viaje. La vejez ha llegado, época de  recuerdos, tiempo de cuidados, de amor y atención. Es quizá,  la fase de mayor riesgo a la inactividad, la soledad, enfermedades, o abandono; tiempo de volver a sentir frío, de necesitar abrigo y calor humano. El capítulo de la historia que invita a devolver algo de lo mucho que en vida,  ellas entregaron a los hijos, el esposo, la pareja, la familia y el trabajo. ¿Por qué lastimar la alegría en la vejez? ¿Quién eres tú para castigar a las mujeres longevas? ¿Para qué regañarlas? Si su mundo es poco conocido por los que no son ancianos.

A las abuelitas cuya fragilidad impide el gozo de la generosidad, aquellas cuya condición mental las aleja de la realidad, son muestra viva de la grandeza del Creador, ejemplo de vacío en la memoria pero de gran corazón necesitado de compañía, de caricias…

Desde  este sitio, te invito a sentir la ternura de su reposo, a reír con ellas, a pintar los labios que tantas veces fueron besados, a tocar sus manos arrugadas que han perdido fuerzas para abrazar, a vestirlas con la pijama de colores y ponerles calcetines de algodón,  peinar los cabellos canos que lucieron prendedores y sofisticados peinados de la época; a regalarles un instante de compañía que pronto olvidarán. Sí a ellas, viejecitas de hoy, que fueron jóvenes ayer, volvieron a ser traviesas como niñas,  a robarse las galletas del cajón, a ser tiernas y curiosas. Por un momento, siente como mujer, piensa como mujer… y a lo mejor, comprendas que el privilegio de ser mujer, se vuelve una maravillosa experiencia humana para escribir la mejor historia…. Por la vida y dignidad de las mujeres… una plegaria de paz.

San Francisco de Campeche, Cam. 4 de marzo 2013.

 
 
 
 
 
Texto: Teresita Durán Vela, 4 de marzo de 2013 / Fotos: Santiago Canto Sosa, 2006