México,
7 de mayo de 1911. El presidente Díaz publicará
mañana un manifiesto a la Nación. Tiempo
de México logró entrevistar al Primer
Magistrado, y adelanta lo más trascendente de
sus opiniones.
Señor
Presidente ¿anunciará usted los cambios
que todo el país espera?
La
rebelión iniciada en Chihuahua y que paulatinamente
ha ido extendiéndose, hizo que el gobierno que
presido acudiese, como era de su estricto deber, a combatir
en el orden militar el movimiento armado. Entre tanto,
la opinión pública se uniformó
demandando determinadas reformas políticas y
administrativas. Para satisfacerlas informé al
Congreso de la Unión, el primero de abril, que
era mi propósito iniciar o apoyar las medidas
que reclamaba la Nación.
¿No
habrá quién lo acuse a usted, Señor
Presidente, de actuar bajo la amenaza del movimiento
revolucionario?
Sobreponiéndome
al cargo que me puedan hacer de no obrar espontáneamente,
sino como consecuencia de la situación, es público
y notorio que he entrado de lleno en el camino de las
reformas prometidas. La iniciativa de No reelección
del presidente y vicepresidente de la República
y de los gobernadores de los estados, apoyada moralmente
por el Congreso de la Unión, ya fue aprobada
por la Cámara popular y está a punto de
serlo por el Senado de la República. Se ha concluido
el estudio de una nueva ley electoral que haga efectivo
el sufragio popular, acomodándose a nuestro medio
social y eliminando hasta donde sea posible la intervención
de la autoridad política.
¿Qué
representan en si mismos estos cambios políticos
y administrativos?
Una
prueba inequívoca de la sinceridad del gobierno
para interpretar las aspiraciones de la mayoría
de la nación y del espíritu de reforma
que ha invadido también la administración
pública.
¿Cómo
juzga usted, Señor Presidente, el electo que
han causado sus disposiciones en el movimiento maderista?
¿Accederá usted a las exigencias de presentar
su renuncia?
Quienes
se lanzaron desinteresadamente a la revuelta deberían
ya haber depuesto las armas. Mi gobierno ha deseado
restablecer la paz por medios legítimos y decorosos.
Los rebeldes interpretaron el cese al fuego en Ciudad
Juárez como una debilidad del gobierno. Fracasaron
las negociaciones debido a lo exorbitante de las demandas.
Aceptar la exigencia de que renuncien el presidente
y el vicepresidente dejaría el país librado
a los azares y peligros de unas elecciones que una vez
efectuadas, según nuestra Carta Fundamental,
se harían en plena efervescencia de las pasiones
y antes de haber restablecido el orden.
En
este momento ¿qué significa para usted
la presidencia?
Hoy,
más que nunca, el poder sólo tiene amargos
sinsabores e inmensas responsabilidades, No continúo
por una inspiración de vanidad personal; no:
tengo el deber supremo de dejar este país en
orden y dentro de la ley o de hacer cualquier sacrificio
por conseguirlo, aun el de la propia vida.
Por
último, ¿se mantendrá usted en
el poder?
Sí.
Permitir que la presidencia de la República quede
en manos de un grupo de hombres armados no es restablecer
la paz sino abrir en nuestra historia otro periodo de
incertidumbre. Dejaré el poder cuando mi conciencia
me lo diga y no entregaré el país a una
anarquía. Si se recrudece la actividad revolucionaria,
el gobierno se verá obligado a redoblar sus esfuerzos
con la participación de nuestro heroico Ejército.
Necesitamos el patriotismo del pueblo, contamos con
él y estamos seguros de salvar a la Patria.
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