Los
bajos puntajes educativos que arrojó ENLACE en
la entidad han dado pie para que las autoridades del
ramo realicen acciones tendientes a elevarlos en futuras
aplicaciones, fundamentalmente en las escuelas secundarias
técnicas, a la vez que están tomando algunas
medidas para el 2012 en que se aplicará PISA
a la población de 15 años y más.
Me
parece que si únicamente consideramos los resultados
obtenidos estamos creando una fijación al hecho
mismo que nos impide analizar otros factores que podrían
subyacer a este evento con lo cual nos estamos privando
algo esencial.
Para
batallar con la problemática de los resultados
aludidos se yergue un “equipo administrativo”
más uno de “expertos” que representan
las diversas funciones y pericias de la organización
y que se supone “disciernen en colectivo”
sobre estos puntos cruciales tanto para la educación
como para la organización (Secretaría);
sin embargo, desde hace tiempo los resultados en las
evaluaciones externas se repiten por lo que podríamos
preguntarnos qué sucede con ese equipo administrativo
y con el de expertos, e incluso, si verdaderamente se
está trabajando en colegiado pues la experiencia
nos dicta que, cuando un equipo internamente enfrenta
problemas complejos el espíritu de equipo se
va al traste. Estos problemas afloran en los resultados
producidos como indicadores de que algo anda mal en
la organización. Lo enunciado no es síntoma
exclusivo de nuestra era, los actores son los que han
cambiado. Si antes se decía: “El Estado
soy yo”, ahora tenemos el síndrome de “Yo
soy mi puesto” y éstos como aquellos no
pueden prever las consecuencias de sus políticas
aunque se les advierta.
Tampoco
es nueva la obnubilación que se da en algunos
por el poder que adquieren ni el desequilibrio en la
relación y en la convivencia que se establece,
pero así como se transitó de un tipo de
gobierno a otro, se precisa pasar de un modelo de administración
escolar, obsoleto a los requerimientos actuales, a uno
que responda a los desafíos del presente y que
a la vez construya el futuro. Platicando en alguna ocasión
con un experimentado político nos decía:
“No es lo mismo ser gobernante ahora que haberlo
sido hace 20 años”, lo mismo podría
decirse de las formas de acción ejecutadas en
el liderazgo de la educación.
Hay
que evolucionar y cambiar al tipo de gestión
participativa. No es posible seguir ejerciendo una autoridad
impersonal y fiscalizadora, con estructuras desacopladas
y cerradas a la comunicación y a la innovación,
como en algunos casos se sigue dando. Tampoco se puede
seguir trabajando aislada y fragmentadamente, hay que
cambiar mentalidades, paradigmas, de todos, pero fundamentalmente
de “los jefes” porque el liderazgo que ejerzan
favorecerá o dificultará el trabajo en
equipo, la cohesión organizacional con una visión
de futuro y las intervenciones, sistémicas y
estratégicas, centradas en lo pedagógico
y no en el reconocimiento y el culto a la figura del
que temporalmente está al frente de un puesto
de la organización.
Es inimaginable un líder que no haga uso adecuado
de estrategias básicas para el buen funcionamiento
del grupo como son la participación, la comunicación
efectiva, la negociación, el trabajo en equipo,
la integración y la motivación de aquellos
que están a su cargo o como colaboradores.
Líder
que no tenga y maneje tales competencias no pasa de
ser “el jefe”, incapaz de emitir juicios
de valor integrados en las decisiones técnicas,
es quien es porque se le dio un nombramiento, pero no
es un líder.
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