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Foto:
Equipo de béisbol “Hernando A. Peña”
y algunos aficionados en el campo “Miraflores”,
en fotografía de 1940.
De izq. a der.: De pie, Prof. Estrada, Leonor Pérez
Escalante, Antonio Sosa, Ermila Pérez Escalante,
Carmen Turriza, Carmita Silva, Piedad Ortiz, Enrique
González, Amparo Vera, Fernando González,
Esther García, Lolita Escalante y Brígido
Cen Estrada.
En medio: Martín “Tocho” Gómez,
Silvino Pech, Ramón González, Galterio
Pérez, Eduardo “Huata” Cuevas, Fernando
“Poxole” Rodríguez y Manuel Turriza
Peña.
Adelante: Enrique Escalante Patrón, Miguel Escalante,
Gaspar Pech y Luis “Chavino” Pérez.
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Por
Jorge Jesús Tun Chuc
“Borra
muchas veces, si quieres escribir cosas que sean dignas de ser
leídas”
Horacio
INTRODUCCIÓN
El
hombre es un ser sociable por naturaleza, es decir, siempre busca
la compañía de sus congéneres con el fin
de resolver satisfactoriamente sus problemas cotidianos.
Cuando
los antepasados de la raza humana empezaron a construir sus primeras
armas y herramientas, empezó desde entonces la creación
de la cultura.
Los
antiguos homosapiens del Paleolítico ya practicaban el
entierro de sus seres queridos fallecidos. Tenían la innata
habilidad de plasmar en las paredes de profundas cavernas, coloridas
y vívidas escenas de la cacería de animales. Este
es el punto de partida de una evolución cultural en sus
más variadas y complejas manifestaciones, como son: religión,
ciencia, costumbres, tradiciones y demás facetas de la
vida. Y tal parece que no se le vislumbra fronteras.
Durante
el siglo XX se fundaron en Dzitbalché varias sociedades
culturales. Entre las más sobresalientes, destacan las
siguientes: “Hernando A. Peña”, “Dzitbalché”,
“Círculo Unión Progresista” y “Círculo
Juvenil”. De éstas, sólo queda vigente la
última. En un trabajo posterior se abordará sobre
las últimas tres.
El
principal propósito de estas agrupaciones muy arraigadas
en los tres estados peninsulares, es la organización y
realización de actividades que contribuyen al fortalecimiento
de la estructura social de la comunidad a través de diferentes
dinámicas como son: bailes populares, eventos deportivos,
festivales, cuadros teatrales, etc.
Hacia
el final de los años 20’s y principio de los 30’s
no existía la televisión, ni otros adelantos tecnológicos
que hoy en día avanzan a pasos acelerados. Las hazañas
beisbolísticas del “Bambino” en Grandes Ligas
y las épicas batallas ganadas por Jack Dempsey en los cuadriláteros,
eran seguidas por los aficionados a través de la radio.
La
energía eléctrica era un servicio de lujo que estaba
restringido al primer cuadro del poblado. Solamente llegaba a
los hogares del sector más privilegiado de Dzitbalché.
El
fluido era generado por una planta de don Octavio “Tavich”
Ortiz, posteriormente ésta fue adquirida por Silvestre
Pérez Cruz quien proporciona electricidad a la población
hasta fines de los 50’s. En ese contexto prácticamente
rural surge la primera sociedad cultural de esta tierra.
La
comunidad local hacía uso de toda su capacidad de organización
y creatividad para diversificar sus actividades que hicieron menos
monótona y rutinaria la existencia de la colectividad.
Esta
sociedad es creada el 8 de agosto de 1929, por un grupo de jóvenes
comerciantes y otros importantes ciudadanos, entre los que destacan:
Alejandro Peña, Silvestre Pérez, Antonio Sosa, Mariano
Rojas, Octavio Ortiz y Adriano Flores, entre otros.
En
la mencionada fecha, la flamante Sociedad Cultural, Deportiva
y Coreográfica “Hernando A. Peña” realizaba
su grandioso baile de fundación en el local del Cine Renacimiento.
Amenizó
la velada musical la Orquesta del Profr. Tárcilo Escalante.
Para esa ocasión tan especial el invitado de honor fue
el Sr. Ramiro Bojórquez, gobernador interino del Estado
de Campeche, quien asistió con un grupo de amigos.
Según
notas publicadas en la prensa de ese tiempo, los asistentes a
esa distinguida fiesta disfrutaron de sandwiches y cerveza yucateca
“Carta Clara” bien helada. Se vivía una época
en la que las bebidas espirituosas eran consumidas con verdadera
moderación, a diferencia de las bacanales de hoy en día.
Como
sucede a menudo con gran parte de la historia dzitbalchense, los
documentos existentes al respecto, son muy escasos. Las notas
útiles rescatadas de periódicos consultados en hemerotecas
de las ciudades de Campeche y Mérida, proporcionan valiosa
información, aunque de manera un tanto breve.
Actualmente
no se sabe con certeza los nombres de las personas que encabezaron
la directiva fundadora de este centro cultural. Sólo se
han podido identificar algunos de ellos. Así, se sabe que
Ramón Heredia y Heliodoro Escalante, fungieron como tesorero
y secretario, respectivamente.
Sin
embargo, al parecer pronto surgieron problemas internos en la
naciente sociedad, pues el 23 de julio de 1930, a escasos 11 meses
de haberse fundado, los aludidos miembros de la directiva renunciaron
a sus correspondientes cargos, siendo sustituidos por Antonio
Abad Sosa y Juan B. Escalante.
De
igual modo, tal vez nunca se indentifique el nombre de la joven
que tuvo el alto honor de haber sido la primera embajadora de
esta agrupación. Posteriormente, la representaron las señoritas
Dolores Escalante, Piedad Ortiz, entre otras bellas muchachas
cuyos nombres se han perdido en la eterna y oscura bruna del tiempo.
Pero,
¿quién era Hernando A. Peña”, y qué
mérito tuvo para que se bautizara con su nombre a la primera
sociedad cultural habida en Dzitbalché? Es una pregunta
que merece una buena explicación.
ALGUNOS
DATOS BIOGRÁFICOS
Hernando
A. Peña Montero nació en Dzitbalché en 1881,
hijo del matrimonio formado por Justo Peña Montero y Exiquia
Montero. Sus estudios de primaria los hizo en su tierra natal.
Continuó su educación en la ciudad de Mérida,
Yucatán, donde cursó la carrera de Contador Privado
en el Colegio de San Ildefonso.
Terminada
su formación profesional emigró a la República
de Cuba. En la Habana, firmó un contrato para trabajar
en una empresa azucarera, integrándose en el área
administrativa en las oficinas que esa compañía
tenía en la ciudad de Nueva York.
Los
que lo conocieron y trataron afirmaban que era un hombre portador
de una amplia cultura universal. En sus años juveniles
de estudiante viajaba semanalmente en ferrocarril, pues la carretera
no era ni siquiera un sueño.
Acá
en el pueblo, impartía clases de urbanidad a las familias
de apellido de rancio abolengo. Además, tocaba el violín
con reconocida habilidad. Por si fuera poco, también era
un consumado bailador que causaba la admiración de propios
y ajenos. Aunque nunca practicó el béisbol, era
declarado admirador y aficionado del deporte rey.
Durante
el prolongado tiempo que trabajó en la Urbe de Hierro,
cuando estaba de vacaciones, se las pasaba en Dzitbalché.
Sin embargo, el clima frío de esa metrópoli estadunidense,
aceleró la aparición de una agresiva artritis que
mermó notablemente su estado de salud, esto significó
su regreso al terruño de condiciones deplorables.
Hernando
A. Peña falleció en Dzitbalché el 13 de agosto
de 1927, dejando en la orfandad a su pequeño hijo Jorge
y viuda a su esposa doña Rita Pérez Lizárraga,
oriunda de Pomuch.
Su
prematura muerte causó mucho pesar en la gente de la villa,
pues era un ciudadano trabajador, honesto y amigable, razones
por las que era muy estimado.
SU
ÉPOCA DE ESPLENDOR
Dos
años después de su desaparición, un grupo
selecto de comerciantes dotados de una clara visión progresista
fundaron la primera organización de su tipo en Dzitbalché.
Por
consenso unánime de sus integrantes, a partir de ese día
nacía la Sociedad Cultural, Deportiva y Coreográfica
“Hernando A. Peña”.
La
pérdida total de sus archivos hace aún más
difícil determinar con certeza el lapso de tiempo de su
vida operativa. Las esporádicas y breves notas sociales
publicadas en la prensa peninsular de esa época, simplemente
dejan de mencionarla alrededor del año de 1932. ¿Qué
fue lo que sucedió entonces?
Sólo
es posible aventurar dos cosas. O la Sociedad Cultural “Hernando
A. Peña” tuvo breve existencia, o sencillamente sus
socios decidieron no publicar nada sobre ella, a causa de sus
problemas internos. A ciencia cierta, probablemente nunca se sabrá.
La
información necesaria para aclarar estas interrogantes,
hoy no es más que una misión imposible para quien
lo intentara.
Hablando
ahora de cosas más precisas, se sabe que los bailes anuales,
incluyendo el de fundación, fueron amenizados por la Orquesta
de los Hermanos Escalante, hasta 1932.
Uno de los rasgos más sobresalientes de la Sociedad Cultural
“Hernando A. Peña”, era la disposición
que tenían sus socios a la hora de planear en equipo la
gama de actividades que llevaban a cabo. Como que había
más vocación de servicio desinteresado entre la
gente de antaño. Tal vez porque vivían en un mundo
menos materialista y hostil que el de hoy en día.
Breve
tiempo después de creado, ya contaba con un cuadro cultural
que llevaba a escena divertidas obras de teatro. La gente acudía
a presenciarlas disfrutando gratos momentos de sana diversión.
El
viejo cinema Renacimiento es mudo testigo de las carcajadas y
aplausos de la numerosa concurrencia, motivados por las tramas
cómicas de los actores. Todos los artistas, diseñadores
de vestuario, director artístico y demás personal
que hacían posible el espectáculo, eran naturales
de esta localidad.
Esta
pequeña compañía teatral pronto se dio a
conocer en todo el Camino Real. Así recorrieron Calkiní,
Hecelchakán, Pomuch, Tenabo y Campeche, y algunas poblaciones
del Estado de Yucatán.
Pero
esto no era todo, entre los socios más hábiles para
el béisbol, se armó un fuerte equipo de pelota dirigidos
nada menos que por el legendario calkiniense y dzitbalchense por
adopción Brígido Cen Estrada, llamado “El
Narciso Negro”. Éste, era un destacado pitcher que
jugó codo con codo con los mejores peloteros cubanos y
yucatecos de su época.
Con
un poco de imaginación, todavía es posible percibir
la algarabía de la multitud de aficionados reunida en la
Plaza Principal que festejaba las grandes jugadas que realizaban
los representantes de casa, entre los que destacaban: Martín
“Tocho” Gómez, Silvino Pech, Galterio Pérez,
Eduardo “Huata” Cuevas, Fernando “Poxole”
Rodríguez, Ramón González Silva, Manuel Turriza
Peña, Enrique Escalante Patrón, Miguel Escalante,
Gaspar Pech y Luis “Chavino” Pérez Manrique.
Juntos
habían formado un recio trabuco difícil de vencer.
Jóvenes, niños y adultos, hombres y mujeres animaban
cada domingo a los peloteros del patio, en su búsqueda
del anhelado triunfo.
Cada
fiesta de aniversario de la “Hernando A. Peña”
era un verdadero acontecimiento de trascendencia que reunía
a lo más granado de la sociedad dzitbalchense de aquella
lejana época, al grado de que era poderoso motivo para
su publicación en la prensa.
La
noche de cada 8 de agosto era la oportunidad que aprovechaban
tanto apuestos caballeros, como elegantes damas para lucir sus
mejores galas, acompañados de la más bella música.
Desde días previos a la esperada fecha, era el tema obligado
de conversación en todos los centros de reunión
de la villa.
La
realización de estos eventos a principios de los años
treintas eran actos de regio protocolo que se llevaban a efecto
bajo riguroso programa que iba desde la entrada de la bella embajadora
en turno, pasando por el desfile de las delegaciones de las sociedades
visitantes, hasta los intermedios donde las familias y sus amistades
compartían la comida y la bebida en un ambiente de alegre
camaradería y respeto, muy diferente a los actuales espectáculos
de luz y sonido que son verdaderos émulos de Sodoma y Gomorra.
SOBREVIENE
LA DECADENCIA
Según
la versión de doña Ermila Pérez, actualmente
de 90 años y que participó desde muy joven en la
vida de esta organización, los problemas que marcaron el
principio del fin de esta sociedad aparecieron en 1932.
Uno
de los socios fundadores era Tárcilo Escalante Cruz, hombre
práctico y polifacético. Tenía una orquesta
de muy buena calidad musical en la participaban sus hermanos Vado
y Néstor. La Orquesta de los Hermanos Escalante era bastante
afamada en todo el Camino Real.
Obviamente,
estos filarmónicos tuvieron el privilegio de poner la música
al baile de fundación. Todo marchaba miel sobre hojuelas
hasta el tercer aniversario.
Las
diferencias entre don Tárcilo y el resto de la Sociedad
afloraron cuando en una Asamblea se decide por acuerdo de la mayoría
asistente que el baile del 8 de agosto de 1933 estaría
a cargo de una orquesta de la ciudad de Mérida. Los celos
en el ánimo del habilidoso músico y “doctor”
surtieron efecto.
En
algún momento, arrastrado por su temperamento decide renunciar
a la sociedad. Junto con él se fueron sus hermanos y algunos
amigos que se solidarizaron con ellos. ¿En qué año
sucedió todo esto? La respuesta a esta pregunta se la llevaron
a la tumba sus mismos protagonistas.
Como
salida de la nada, en la prensa peninsular aparece una nota social
de esta villa en la que se lee que el 21 de 1944 (domingo) la
Sociedad Cultural, Coreográfica y Deportiva “Dzitbalché”
llevó a cabo un suntuoso baile en los corredores del Palacio
Municipal. La Orquesta de Wado Escalante tuvo a su cargo el carnet
musical del baile que terminó a las cuatro de la mañana
del lunes.
Don
Tárcilo Escalante se caracterizaba por sus decisiones tajantes
en los momentos que él consideraba críticos. Una
vez más muestra este rasgo el 28 de julio de 1944 cuando
a poco más de un mes de haberse realizado el fastuoso baile
de la Sociedad Cultural “Dzitbalché” que él
mismo fundó en una fecha no precisa.
Los
asambleístas eligen en su lugar al Sr. Lorenzo Perera.
En esa reunión, el primer acuerdo que logra el nuevo presidente,
es el de llevar a efecto una serie de bailes para el mes de agosto
de ese año durante el Novenario de la Virgen de la Asunción.
Como
ironía del destino, los asistentes nombran una comisión
para viajar a Mérida con el propósito de contratar
una buena orquesta. No existen suficientes datos que proporcionen
un amplio panorama sobre este centro cultural. Todo parece indicar
que tuvo una existencia breve.
De
regreso al recuento de las acciones del “médico”-músico,
tal vez de manera inconciente destruye su imagen de personaje
difusor de la cultura para convertirse en catalizador del divisionismo.
La actitud adoptada por este personaje puede considerarse de ese
modo, pues de esa época la villa de Dzitbalché era
demográficamente insuficiente para darle soporte a dos
sociedades culturales de rigurosa exclusividad.
En
otras palabras, no cualquier individuo podía darse el lujo
de ser integrante de las Sociedades “Hernando A. Peña”
y “Dzitbalché”. La consecuencia de esta ruptura
desemboca finalmente en el colapso de ambos organismos.
A
pesar de todo, el equipo de béisbol que defendía
la franela de la Sociedad “Hernando A. Peña”,
contra viento y marea, logra sobrevivir a duras penas hasta mediados
de ese tiempo; toda ella se debate en una creciente amnesia en
la memoria colectiva del pueblo.
Es
por ello que esta historia seguirá estando incompleta por
tiempo indefinido. Las investigaciones necesarias para aclarar
muchos aspectos oscuros sobre esta pionera sociedad cultural dzitbalchense,
requiere de un mayor tiempo, esfuerzo y dinero. Aún persisten
algunos misterios sobre ella que se resisten a revelarnos sus
secretos. He aquí algunos:
Se
ignora quiénes integraron la directiva fundadora; sigue
siendo enigmática la identidad de su primera embajadora,
así como de la mayoría de ellas; continúa
tras un oscuro velo la fecha de su desintegración, los
nombres de las orquestas yucatecas que participaron en los subsecuentes
bailes y otros aspectos importantes más.
El
presente esbozo histórico tiene el modesto propósito
de honrar la memoria de los hombres y mujeres, tanto conocidos
como anónimos, que en su momento cumplieron cabalmente
con su responsabilidad moral de contribuir al desarrollo cultural
de la tierra que los vio nacer; en la medida de sus posibilidades.
Todos ellos cometieron errores como todo ser humano, pero fueron
más sus aciertos que sus yerros.
Ojalá
en un futuro no lejano los enigmas pendientes de la presente historia
puedan ser develados.
Fuente: Texto proporcionado por el
autor. El escrito fue publicado, en la columna “Dzitbalché
en la historia”, en las páginas 1 y 2 del suplemento
dominical del periódico “Tribuna”, de Campeche,
el 21 de agosto de 2005.