La
cultura es la credencial de un ayuntamiento,
porque con ella se ve la medida del progreso
de un pueblo, abstenerse en darle vuelo al
pensamiento es morir estrepitosamente, es sembrar
en tierra estéril cuando la sementera en Calkiní se
muere de ansias por ser fecundada.
Un
teatro para la ciudad con todos los servicios
requeridos, cuajaría excelentemente en
Calkiní, debido a que la educación
es su fuente, pues cuenta con un gran número
de escuelas de todos los niveles, desde el inicial
hasta el superior, incluyendo las sociedades culturales
y de otra índole, sin descontar al H. Ayuntamiento
con sus continuas e innumerables actividades anuales.
Esta obra sería extraordinario regalo para
la ciudad, ya que no permitiría a los usuarios
el ejercicio pleno de toda actividad artística
o de otro tipo. Un teatro que no dejaría
de ocuparse, en ningún momento, durante
el año.
Tomar
con seriedad esta iniciativa, daría muestras
a la administración que sea, sus competencias
administrativas y políticas, y la historia
local, en reconocimiento, recogería con
letras indelebles este paso trascendental. Vale
la pena proporcionarle a Calkiní un símbolo
a la cultura popular.
Calkiní
ya merece un monumento de esta especie, en donde
pueda exhibir con orgullo su bagaje en todas las
áreas del arte y la cultura; un lugar en
el cual el público pueda disfrutar a sus
anchas, espectáculos de calidad y de cualquier
género.
Calkiní
ya debe aspirar a mejores expectativas y educación;
la indolencia, la conformidad y la falta de aspiraciones
son enemigas del progreso. Nuestra tierra no está
acostumbrada a rezagarse, siempre ha sido punta
de lanza, presta para enfrentar cualquier lidia
y en el campo que sea. Por algo se le ha otorgado
el epíteto de "Atenas del Camino Real".
Si
pese al esfuerzo realizado por las autoridades
en turno no logre encauzar a la realidad esta
sugerencia, bien valdría la pena recurrir
a otra disyuntiva, como la construcción
de otro teatro en la misma Plaza Cívica,
pero que sea espacioso, incluyendo baños
y vestidores, sólo que habría que
cambiarlo de orientación, situarlo enfrente
de las gradas del jardín principal, y a
la terraza darle un desnivel que permita al público
mirar con libertad. Otra opción sería
adecuar el auditorio de básquetbol; pero
habría que sopesar los problemas que podría
acarrear esta salida.
¿Hasta
cuando surgirá un presidente en Calkiní
que le dé preferencia a la cultura, obviamente
sin desligarse de otras disciplinas?
Sin
otro particular, reciba un afectuoso saludo de
este eterno romántico calkiniense, que
sólo ha deseado, siempre, colocar a Calkiní
en la cúspide de la grandiosidad.
Prof.
Andrés Jesús González Kantún