Está bien, por aquello de que es tan
justo como necesario, que la política de vivienda sea
una de las prioridades de la política de Estado de cualquier
gobierno que se precie. Hasta el momento preciso, que diría
un Quijote de sueños, no todos los ciudadanos gozan
de una vivienda como dios manda. Da igual que te vayas a la
soledad de un pueblo, o que te pierdas por la desmembrada ciudad,
siempre te das de bruces con alguien, yo diría bastantes
muchos, que para optar a una morada tendrían que colgar
los dientes y vestirse con las hojas de Eva.
Aprovechando
que el Proyecto de Ley del Suelo anda por las habitaciones
del Senado, la Ministra del ramo ha vuelto a poner en escena
la obra de los anhelos, quizás porque soñar
no cuesta nada. Ahí están, sus grandes objetivos
en este solar desolado: transparencia y control en cuanto al
ladrillo, en primer lugar; en segundo lugar, urbanismo sostenible
y ciudades cohesionadas; y por último, calidad de vida
y participación ciudadana. A lo mejor no conseguimos
tener una casa, pero siempre nos quedará el consuelo,
avivado por el político de turno, de haber vivido mucho
porque he soñado más.
En
cualquier caso, como dijo Antonio Machado, tras el vivir
y el soñar, está lo que más importa: el
despertar ¿Se imaginan que despierten todos los que
no tienen ni refugio y pidan el disfrute de las pertenencias
de los corruptos del ladrillo? Entonces, sí que va a
tener trabajo el ministerio de la Vivienda. Que no digo que
ahora no lo tenga. Lo tiene y mucho. Ha empezado reconociendo
que no es sostenible social, ni económica, ni medioambientalmente
que, en los últimos años, la vivienda se haya
puesto por las nubes. Sepan que hay un remedio para las culpas,
reconocerlas. Algo es algo.
Reconozco
que me gusta este cambio de rumbo. Asentar las políticas
urbanas sobre los principios de un desarrollo territorial y
urbano sostenible. Asegurar una mayor oferta de suelo urbanizado
para la construcción de viviendas acogidas a un régimen
de protección pública que las haga asequibles.
Incrementar la eficiencia de los mercados de suelo desincentivando
la especulación. Aumentar la transparencia de los procesos
urbanos por medio de los controles públicos y de la
participación efectiva de los ciudadanos en la toma
de las decisiones que les afecten. Pues, adelante con los faroles
por la piel de toro. Colmenas, no, por favor.
Hagamos
verdad lo que en verdad se dice constitucionalmente: los
poderes públicos promoverán las condiciones
necesarias y establecerán las normas pertinentes para
hacer efectivo este derecho (de vivienda digna y adecuada),
regulando la utilización del suelo de acuerdo con el
interés general para impedir la especulación.
La ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano.
Hágase vida lo que dijo Tierno Galván: “todos
tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad,
que es el hogar público”. Claro, sin exclusiones ni
exclusividades ese “todos”. |