Se
ha instalado la irresponsabilidad en nuestras vidas, a pesar
del aluvión de puestos de responsabilidad que
hemos generado, en esta sociedad, donde el caos se sirve cada
minuto en bandeja. Quizás sea el peaje que tengamos
que pagar por circular sin corazón. Las crónicas,
que por cierto acabarán siendo cada día menos
noticia y más costumbre, hablan de padres que abandonan
a sus hijos por ir de copas, que les fuerzan a prostituirse,
que son moneda de cambio entre parejas separadas, o que simplemente
pasan del ejercicio de su labor de ser los primeros educadores
de sus hijos; algo que no hacen ni los animales, dejar tirados
a sus cachorros.
La
falta de responsabilidad es el pedrusco de cada día,
en el campo de la sexualidad humana no podía ser menos.
Al final, las víctimas siempre son las más débiles,
las mujeres y los niños. De nada sirven las leyes protectoras,
si en el campo educacional, sobre todo de los varones, no se
afianza un comportamiento más maduro y cabal. Al fin
y al cabo, las madres, salvo algunas excepciones que no confirman
la regla, tienen un instinto maternal de protección
superior al varón, que lo da la propia naturaleza. Sin
embargo, en las responsabilidades relativas a la procreación
y educación de los hijos, es cuestión de dos,
tan importante es el padre como la madre. La falta de juicio,
en el comportamiento sexual, genera actitudes bestiales como
las que vemos, ¡y ojalá nos sirvan para meditar!
No se pueden obviar obligaciones, aunque sean fruto de una
noche loca como ahora se dice, que han de ser repartidas y
compartidas. Toda vida tiene derecho a ser generosamente acogida,
y no hay otro vínculo que el amor, por más que
quieran pasarlo de moda los irresponsables, y la comunión
estable de una familia.
Se
ha dicho, y es cierto, que el verdadero observador crece
y aprende, y descubre que siempre es el principal responsable
de lo que sucede. Un informe presentado por Greenpeace, habla
también de los agricultores irresponsables, de los ganaderos
inconscientes y de los imprudentes, a los que tilda como responsables
de la mayoría de los incendios que se producen. Ahí está también
la carencia del sentido de responsabilidad de los usuarios
de carretera. Es más de lo mismo, la irresponsabilidad
se encuentra cómoda entre nuestra necedad y locura.
Esto quiere decir que hay que crear un clima de sensatez y
de respeto a los demás. Hoy no sólo hay una globalización
económica; debe haber una globalización de la
responsabilidad en su más puro sentido, la universalidad
por la que todos somos responsables de todos.
Las
imágenes de la irresponsabilidad ahí están,
no sólo para fotocopiarlas en nuestra retina y ya está,
sino para mirarlas con los ojos del alma y, así, poder
interpretarlas. No podemos por menos de sentirnos impulsados,
tanto individual como colectivamente, a una toma de conciencia
responsable que se traduzca en decisiones coherentes para la
protección de un ambiente, donde el garante sea la responsabilidad,
lo que exige disciplina y autodominio. Con descarada frecuencia,
los poderosos, no hacen sus deberes, se muestran olvidadizos,
a sabiendas de que cuánto más poder se tiene, más
responsabilidad se asume; y, en otras ocasiones, tampoco nada
hacemos nosotros, los subordinados, por llamar a la responsabilidad
a una sociedad irresponsable de la que todos formamos parte. |