Mujeres
y hombres son artífices de la historia de los pueblos,
la participación de ambos, ha generado movimientos, luchas
y logros. Desde finales del siglo XIX, surgió la idea
del reconocimiento de los derechos humanos de las féminas,
en esos tiempos de expansión y turbulencia, el rol de
las mujeres, era menospreciado y descalificado. Fue gracias
a la voluntad, perseverancia y trabajo de grupos de mujeres,
en busca de justicia y libertad, lo que impulsó un movimiento
mundial a favor del respeto de sus derechos.
En
la actualidad, millones de mujeres viven limitadas por sistemas
políticos, patrones culturales, marcos ideológicos
y creencias religiosas; ahogadas en la angustia y el sufrimiento,
prisioneras de hombres, rehenes de la miseria, limitadas por
la ignorancia y discriminadas por su género. Expuestas
a trabajos forzados, sin derecho a educación, libertad
para vivir su propia sexualidad, disponer de servicios básicos
de salud y alimentación. Millones de niñas aun
no concluyen la educación básica y sí están
sometidas a una relación marital desde temprana edad.
La situación es lamentable. ¡Una realidad incongruente
en pleno siglo XXI y en la era de la información!
En
México, el panorama no es tan lejano de lo que sucede
en las naciones musulmanas, las etnias africanas, barrios de
la India, favelas de Brasil o las migrantes rumanas. La diferencia
es próxima, en otro contexto geográfico, existen
tarahumaras analfabetas, jóvenes violadas, explotadas,
mujeres indígenas extremadamente pobres, sin empleo;
otras, son víctimas de las redes de trata de personas,
más, las atrapadas en adicciones o quizá en algún
cartel del narcotráfico.
La
crueldad somete el peligro, impidiendo el pleno desarrollo de
sus capacidades, negándoles el ejercicio de los derechos
humanos y el respeto a su vida. Este lado oscuro de la realidad,
no puede ocultarse como muchos quisieran. Es parte del paisaje
de los centros urbanos y rurales, está identificado por
las autoridades –incluso registrado en las estadísticas-
sin embargo, la justicia no está de lado de ellas. Los
discursos oficiales son emotivos, campañas, programas,
apoyos van y vienen arropados por la cultura de la equidad de
género, una libre vida sin violencia y políticas
de no discriminación. Esfuerzos limitados, en tanto no
existan entornos sociales de corresponsabilidad; familias, escuelas,
comunidades, instituciones, legislaciones y gobiernos sensibles
y justos.
Afortunadamente
no todo el género femenino de la población mexicana,
está sitiado por ambientes negativos, un buen porcentaje
niñas y jóvenes asiste a la escuela, realizan
algún trabajo, tienen un lugar en las universidades,
compiten por puestos gerenciales, realizan activismo político
y social, dan voz al silencio de las oprimidas, se atreven a
sostener la bandera de la igualdad de oportunidades y defienden
sus derechos. Asumen obligaciones ciudadanas y se comprometen
a realizar actos de valor y decisión de mujeres comunes.
En
el marco del día internacional de la mujer, sirvan estas
ideas como puntos de reflexión para garantizar el respeto
a la igualdad y equidad de todas las mujeres. Las niñas
y adolescentes son dignas de una vida familiar, agradable, en
donde la violencia se disipe; ellas merecen trato respetuoso
por parte de maestros y compañeros escolares, son parte
valiosa de la sociedad y también tienen el potencial
para desarrollar sus habilidades, crecer y aprender, salir de
la ignorancia y vencer las barreras culturales que las relega
en el fondo del oscurantismo.
Los
esfuerzos institucionales servirán de poco o nada, en
tanto las mujeres no tomen decisiones; con voluntad, educación,
participación, preparación y esperanza, ellas
tienen el potencial intelectual, la sensibilidad y los valores
para reedificar su ser, empoderarse de su propio yo, para actuar
con razones en la defensa de sus derechos, asumir las obligaciones
ciudadanas y alcanzar una vida plena.
¡Mujer
haz de la vida tu victoria!
San
Francisco de Campeche, Cam. 3 de marzo de 2011.
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