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Columna de Teresita

Preservar las fiestas del pueblo

(24 de abril de 2014)
 
 

La historia de los pueblos se escribe día a día, cada suceso hilvana un momento; con el devenir del tiempo, las comunidades conforman con su hoy el ayer; legado que heredarán a los hijos nacidos en ese pedacito de suelo. Independientemente de la ubicación geográfica, el idioma o el contexto, los pobladores de cada sitio forjan la existencia y permanencia de costumbres, rituales religiosos, fiestas, prácticas sociales, valores y actitudes en la gente.

Todos los pueblos son poseedores de un patrimonio cultural, pueden o no tener monumentos o sitios arqueológicos, pero sí, un idioma, tradiciones, folclor, música autóctona, artesanías, trajes, comidas típicas, creencias y hasta ser custodios de ceremonias de otros tiempos que aprendieron de sus bisabuelos. Esencialmente, el folclor de cada pueblo nutre la identidad y la pertenencia.

Las fiestas tradicionales adornan las plazas y palacios municipales, el principal convite comunitario reúne a familias enteras, amigos, paseantes que gustan de la música regional, ternos, rebozos y voladores durante la noche de vaquería. Sin faltar, la acostumbrada corrida de toros durante tardes calurosas y polvosas, pero no por ello, el público deja de asistir. Toros de lidia o de la región, palcos, barandas, banderillas y uno que otro matador de renombre, visita los municipios. Razón para preparar la cartera y tener dinero en los bolsillos.

La festividad anual se ha vuelto una mezcla de eventos religiosos y paganos, actividades diversas según la preferencia: desde rosarios y misas hasta noches con música disco, veladas culturales y música de banda.

En los últimos años, es notoria la presencia de empresas cerveceras, promotores artísticos del interior del país, grupos musicales, pelea de gallos, por mencionar algunos. En algunas partes, la fiesta popular conserva su naturaleza; en otras, la ocasión para ofrecerle a empresas y promotores la venta del festín, para llevarse jugosas ganancias, ¿dónde queda la venta de la producción local?  En ocasiones, la exposición artesanal  y veladas culturales ofrecen al público opciones para admirar la riqueza folclórica del estado.

¿Cómo y cuándo cambiaron las fiestas? Es difícil responder cuando se carece de registros. La crónica de las ferias, recopilación de fotografías o rescate de testimonios orales, son fuentes que mucho aportan al estudio de los pueblos, tienen un alto valor. Por el ejemplo, el registro de los Cronistas, pero sin no los hay, la Autoridad Municipal tiene el deber de conservar e integrar la memoria gráfica, para que cada trienio o después de cada fiesta quede evidencia de lo ocurrido. Sugiero  a los Comités de las Ferias a compilar invitaciones, programas, boletos, fotografías, carteles, pinturas, videos, etc… para dejar un legado a los hijos de nuestros hijos, porque algún día, preguntarán ¿cómo eran las fiestas? La historia se cifra en la sucesión de eventos, en el estilo de vida y prácticas sociales, culturales de sus habitantes.

Las fiestas de abril y mayo son parte del patrimonio intangible, en la zona norte de Campeche, predominan tradiciones religiosas y costumbres de diferentes épocas: Bécal con su Feria del Jipi, Nunkiní fiel a su San Diego de Alcalá, Calkiní en honor a la Vírgen de Fátima, Hecelchakán con aclamadas corridas de toros, Pomuch y Tenabo con su regia vaquería; Hopelchén con su Feria del Maíz, Seybaplaya con sus bailes, y así, cada pueblo, reluce con orgullo, el origen mestizo y las raíces de esta tierra mexicana.

Un pueblo que cuida celosamente su presente, edifica un pasado esplendoroso, deja a su gente la riqueza; invita a conservarla y defenderla, de ella se alimenta el respeto, cuidado y amor a la tierra.

Ciudad. 24 de abril de 2014.

 
 
 
 
Texto y fotos: enviados por Teresita Durán, 24 de abril de 2014