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AQUEL TREN DE VÍA ANGOSTA

1999

 

En 1940, Calkiní era una pequeña ciudad. Todas las mañanas el ferrocarril atravesaba el poblado por la calle 22. Muchos niños que estudiaban en la Escuela Primaria "Mateo Reyes" antes de entrar a clases, esperaban el paso del tren. La calle es recta y estrecha. Para saber de la proximidad del convoy, los niños se acostaban sobre los rieles y pegaban sus oídos a ellos. Al sentir la vibración, brincaban y llenos de gozo gritaban. ¡Ahí viene! volvían a pegar sus caras a los rieles y poniéndose de pie, apuntaban con el dedo índice cerrando los ojos, el lugar por donde aparecería la locomotora, allá en la lejanía, después de salir de una curva. Es tan angosta la calle que cuando cruzaba el ferrocarril, todo a su alrededor vibraba. Los niños, pegados a las paredes de las casas sentían gran emoción presenciando el correr del convoy. Los pasajeros asomados por las ventanillas los saludaban con las manos y ellos levantaban las suyas en señal de saludo y a la vez, se limpiaban los ojos con el dorso de sus brazos, quitándose el hollín que caía y que expulsaba la chimenea de la vieja máquina. Cuando el tren se perdía de vista, los niños corrían hasta llegar a la entrada de la escuela y de ahí con la alegría de siempre, entraban, hasta llegar a sus salones de clase. Trece años después, niños de la misma escuela se divertían de igual manera. La mañana del lunes, el tren corría lentamente por aquella calle polvosa y de uno de sus pescantes, se dejó caer un joven (en 1940 era uno de los niños que gustaban de pegar la cara sobre los rieles) corrió por el impulso y se detuvo. Los chiquillos lo aplaudieron y entre gritos de vivas y aplausos, caminaron con él hacia la escuela, donde, juntos, pasaron cada quien a su salón. El joven entró a su clase y los alumnos de quinto grado, puestos de pie, le recibieron -¡Buenos días, profesor! -¡Buenos días, jovencitos! -les respondió y contagiado de la alegría de sus alumnos, les dijo -¡Gracias! Tomen asiento y comencemos la clase de hoy.

 
 
Fuente: Alonso Reyes Cuevas. Manantial. Prosas costumbristas. Pról. Manuel Ayuso Barrera. Campeche, Cam., Ediciones del Autor, 1999, 90 pp.