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Las
manos hábiles del pueblo maya crean objetos diversos del henequén,
el pop (el petate), el jipi y las palmas. Los ya famosos
sombreros de jipi se encuentran así en Bécal; se elaboran
en las frescas cuevas de este pueblo, en donde, con el parloteo
de las anécdotas del día y las leyendas de los abuelos, se
van entretejiendo deseos, conocimientos, necesidades e ilusiones.
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Y
el jipi, siempre el jipi como mudo testigo de una tradición,
va tomando diversas formas, ya sea en un sombrero o en objetos
artísticos combinados con la madera y otros recursos para producir
collares, aretes, anillos, pulseras, bolsas, abanicos, cigarreras,
zapatillas, sandalias, canastas, floreros, cinturones y tapetes
individuales para mesa. |
La
confección de los sombreros
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La
fibra se trabaja en cuevas naturales, modificadas por el hombre,
que se encuentran en los patios de las casas. Su elaboración
en este medio obedece a que la humedad mantenga flexible la
palma y facilite el tejido. Una vez escogida la fibra comienza
el emparejamiento de hebras seleccionadas de un mismo grosor.
Unas sesenta y cuatro tiras vienen formando un cuadro aproximado
de dos centímetros por cada lado. En seguida se hace el primer
ajuste, tesando las fibras hasta que el cuadro quede compacto.
En cada aumento se va agregando una nueva cantidad de hebras,
dando así un mayor cuerpo al tejido. Estos aumentos a “creceres”
se realizan de acuerdo con la calidad del sombrero; es decir,
a un tejido más fino corresponde un mayor número de hebras,
continuando así el tejido de la copa hasta que alcance la
medida deseada. Posteriormente se teje la faldilla del sombrero
para que tome la forma extendida, haciendo nuevos aumentos
hasta lograr la medida exacta. El acabado de la orilla del
sombrero tiene un tejido distinto: se doblan las orillas hacia
el interior, apretándolas cuidadosamente, para formar un cordón
resistente.
El
tiempo de elaboración para estos productos es variable. Por
ejemplo, un sombrero fino, o con “acabado de seda”, puede
llevar de veinte a veinticinco días de trabajo. Aquéllos de
tejido calado tardan dos a tres días; los de palma una tarde
y las curiosidades requieren de algunas horas al día. Todo
esto depende de la habilidad, la dedicación y la paciencia
del tejedor.
Una
vez que los sombreros se han terminado de tejer, pasan por
una técnica más sofisticada, es decir, por las máquinas prensadoras,
en donde sus propietarios, conscientes de la demanda turística,
se han abastecido de moldes con hormas en serie de diferentes
medidas y modelos que van de los tradicionales hasta los más
modernos. En estos talleres se moldean tanto los sombreros
nuevos como los usados que requieren de una nueva blanqueada.
La
técnica del prensado que es utilizada en estos talleres es
la siguiente: se calienta el molde a una temperatura moderada
que va de acuerdo con el material de la pieza. Por ejemplo,
un sombrero de jipi con tejido grueso soporta hasta doscientas
libras de presión, otro con tejido fino solamente ciento cincuenta
libras y la palma tejida con una sola hebra de cuarenta a
cincuenta libras.
Cuando
el cliente requiere un sombrero pintado con acabado firme
se prepara la siguiente mezcla: a) pintura vinílica con pigmento;
b) goma industrializada; y c) glicerina con blanco de zinc.
Estos elementos deben estar perfectamente balanceados de acuerdo
con el material del sombrero.
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El
petate
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El
petate o pop –como se le conoce en la región–,
es otro recurso natural que se produce en las zonas
húmedas de la sabana del petén en el noroeste del estado.
Esta planta es trabajada en la comunidad de Nunkiní,
lugar en donde se elaboran los bellísimos kich kelenpop,
que quiere decir petate bonito o dibujado. Este producto
puede tener hasta cuarenta dibujos diferentes en una
sola pieza, que suele medir un metro y medio de largo
por ochenta centímetros de ancho.
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El
kich kelenpop es toda una joya artística que
surge del cariño, la creatividad y la paciencia de más
de tres semanas de dedicación. En sus dibujos hacen
alusión a la relación que tiene el maya con la naturaleza,
encontrando motivos como el tzol uech (el carapacho
de armadillo), can (la culebra), may keh
(la pezuña de venado), chak mo’l (la garra del
gran tigre), por mencionar algunas. Del pop se
elaboran alhajeros, tortilleros, bolsas y manteles individuales
para mesa.
Otra
de las fibras que se procesa para la elaboración de
artesanías es el henequén, conocido en la región una
vez procesado como el tzosquil. Con esta materia
prima se elaboran bolsas, el casi extinto sabucán (las
bolsas de trabajo o morral), el tankak (un mecapal
para cargar productos a cuestas) o las frescas y confortables
hamacas elaboradas en bastidores de madera, ya sea en
tejido fino, enmallado o en tejido de red.
La
calidad de las artesanías producidas con fibras naturales
dependen en gran parte de la selección cuidadosa de
materiales uniformes en tamaño y grosor, así como en
lo compacto o fino de su tejido. Su valor está en función
del trenzado: mientras más delgadas sean las tiras,
más fino será el acabado.
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Fuente:
RODRÍGUEZ RUIZ, Socorro. Un arte, una tradición. Calkiní:
Una historia compartida. H. Ayuntamiento de Calkiní, Cam. Ediciones
Nave de Papel. 1999. 138 pp.
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