LA CULTURA POPULAR
La
cultura popular se nutre de la vida cotidiana de la
gente, específicamente de sus quehaceres rutinarios;
modos de vida y todo aquello que en algún momento
tiene la chispa de la trascendencia.
Sin
embargo, no todas las manifestaciones de la cultura
del pueblo tienen el privilegio de permanecer vigentes
a través de muchas generaciones e incluso siglos,
como lo son determinadas costumbres y tradiciones con
mucho arraigo, pilares culturales de las
masas.
LA “BIBLIOTECA” DEL
MERCADO La
lectura es un importante factor que al convertirse
en un hábito de vida conduce al individuo al
desarrollo de sus competencias comunicativas.
La
insuficiente consolidación del hábito
de la buena lectura, es uno de los grandes problemas
que afronta la educación en México.
No
simplemente los niños no leen lo necesario,
sino lo que es peor, éstos no pueden tomar el ejemplo
de sus maestros, porque ellos tampoco cultivan el gusto
por lectura.
Las competencias comunicativas de cada individuo son:
hablar, escuchar, leer, escribir.
Leemos
por obligación, porque así lo señala
o determina la normatividad de la escuela; como parte
de nuestra responsabilidad no podemos dejar de llevarla
a cabo. Pero, fuera de las aulas y del ámbito
laboral, ¿leemos los maestros?, ¿qué tipos
de textos leemos?, ¿en qué cantidad lo
hacemos?
Estas
incómodas preguntas dejan al descubierto
el Talón de Aquiles de la enseñanza básica.
Obviamente, esta afirmación es una generalidad;
pues hay muchos y buenos maestros que están
en constante actualización pedagógica
y que, además, son buenos lectores de la
cultura universal. Pero, el grueso del gremio magisterial
arrastra este problema que tampoco es exclusivo de
los maestros, sino que incluye a profesionistas de
diversas disciplinas.
En
el caso de los docentes, ¿cómo podríamos
entonces formar niños lectores, si nosotros
mismos estamos casi al margen de esta actividad? Solamente
es posible conducir a los niños rumbo al maravilloso
mundo de la lectura, estando los maestros inmersos
en esta fuente inagotable del saber.
Veamos
el caso de una peculiar “biblioteca” infantil
que ahora descansa en el viejo cofre de los recuerdos.
Corría
el año 1960 cuando los señores Elías
Castro Ascencio y Margarita Perera Quijano, un matrimonio
de mediana edad, arribaron a Dzitbalché con
el propósito de quedarse y dedicarse al comercio.
La
autoridad del pueblo les concesionó una hilera
de tres mesas de granito en el interior del mercado
público.
Enseguida surtieron su miscelánea en la que
se podía conseguir casi de todo; brillantina,
Palmolive, alfileres, “plumas”, lápices, cuadernos,
libretas, “filos”,
peines, pañuelos, maquillaje “Ángel face”,
cinturones de piel y hasta trastes de loza. Mas
esa variedad de productos no era la que mejores ganancias
le dejaba a esta pareja de yucatecos.
Aprovechando
la cercanía de la principal escuela
primaria de la villa, mientras doña Margarita
se quedaba al frente de su microempresa, el Sr. Castro
viajaba cada semana a la ciudad de Mérida, donde
compraba mercancías diversas para surtir su
negocio. Curiosamente, su mejor clientela era la población
escolar que esperaba con ansias la llegada del surtido
de “cuentos” o revistas que deleitaban a niños
que, incluso se privaban de comprar golosinas para
así poder
leer su revista favorita.
En
los años sesenta, los alumnos de primaria
asistían
a clases en horario discontinuo. En la mañana,
la entrada era a las ocho y la
salida a las once del día. Nuevamente se reiniciaba
la actividad escolar de las tres hasta las cinco de
la tarde.
Durante
el recreo, que era de las diez hasta las diez treinta
horas, los alumnos podían salir a la calle.
Una gran cantidad de niños llenaba prácticamente
los espacios que circundaban la tienda de don Elías
y doña Margarita, quienes desde temprana hora
ponían en exhibición los “cuentos” nuevos
colgándolos en una soga delgada, y sujetados
con prendedores de ropa.
Largas
hileras de niños, en su mayoría
varones, se formaban en el pasillo, exactamente frente
a la miscelánea. Daba la impresión de
estar observando el interior de una biblioteca. Todos
leían ávidamente
su título preferido; los que no tenían
los diez centavos para el alquiler, se juntaban con
algún
amigo que en ese momento disfrutaba de la lectura y
entre los dos se adentraban en ese mundo mágico.
El
encanto de la alegría infantil bullía
en el puesto de don Elías después de
la salida de clases, en la mañana y en la tarde.
Para hacer rendir el dinero, los muchachos se intercambiaban
las revistas furtivamente. De ese modo leían
dos “cuentos” al
precio de uno.
Cuando
don Elías o doña Margarita detectaban
a algún “colgado” leyendo gratis, o haciendo
la trampa del intercambio, reprendían a los
osados clientes. El establecimiento era prácticamente
una biblioteca escolar en el mismo interior del mercado,
convirtiéndose por muchos años en una
escena familiar para los habitantes de Dzitbalché.
Fuera
de las aulas, la “biblioteca” de don Elías
se convirtió en la única fuente de sano
entretenimiento y creó en muchos niños
el buen hábito por la lectura.
¿Cuál
es la diferencia entre aquellas revistas y las que
ahora circulan?
La
diferencia es abismal por el simple hecho de que
añoramos los “cuentos” que no contenían
excesiva violencia como tampoco ilustraciones obscenas,
mucho menos contenían lenguaje soez, característica
que identifica lamentablemente a los pasquines y revistas
amarillistas que hoy se venden abierta y descaradamente
en la vía publica, ante la mirada complaciente
de las autoridades. Estas son sencillamente las grandes
diferencias entre la lectura popular del ayer y la
de hoy.
Los
que hoy en día peinan moderada cantidad
de hilos de plata en sus sienes, seguramente recuerdan
los títulos que entusiasmaban a chicos y grandes.
He aquí algunos ejemplos:
Kalimán
el Hombre Increíble, Memín Pingüin,
Lágrimas y Risas, Susi; estas dos anteriores
tenían
más preferencia entre el sexo débil;
el Llanero Solitario, Tawa, Tarzán el Hombre
Mono, Batman y Robin y Supermán.
No
es posible dejar de enumerar a otros personajes que
también entraban en la pelea de preferencias,
tales como Santo el Enmascarado de Plata, el Valiente,
el Pájaro Loco, Popeye el marino, El Pato Donald,
Vidas Ejemplares, Lassie, Epopeyas, Red Rider y Roy
Rogers.
En
aquella época no existían medios
electrónicos de comunicación masiva como
las hay actualmente. La televisión es la excepción,
pero estaba restringida para la mayoría de
la población. Por ello, la niñez y la
juventud de antaño se volcaban a la única
fuente disponible y esa era la famosa biblioteca de
don Elías
Castro.
EL
FINAL
Como
todo en la vida, lo que tiene un principio, llega
algún día a su final. Para 1978,
la salud del “bibliotecario de los niños” se deteriora
rápidamente y fallece en Mérida el 10 de
septiembre de ese mismo año. Al quedar viuda,
doña Margarita traslada el negocio a su domicilio
en la calle 20 s/n. Esto significó la desaparición
de la “biblioteca” del mercado que por muchos años
dio entretenimiento y buena lectura a las generaciones
de antaño. Lo que ayer fue actividad cotidiana
hoy es historia. Así es la vida. |